Impulsado por el Comité Local Río Grande y la Juventud Radical de la Provincia, los radicales conmemoraron la recuperación democrática y recordaron la figura del Dr. Raúl Alfonsín a 35 años de la vuelta de la democracia en la Argentina.
Río Grande.- En esta ciudad, el Comité Local Río Grande de la Unión Cívica Radical y la Juventud Radical de la Provincia, llevaron adelante el acto por los 35 años de la recuperación de la democracia en nuestro país, oportunidad que resaltaron la figura del Dr. Raúl Alfonsín, Presidente de la Nación.
El evento fue encabezado por el presidente de la UCR de Tierra del Fuego, Federico Sciurano; el presidente de este comité, Carlos Guervara y Mauro Martínez, titular de la Juventud Radical a nivel provincial; los legisladores provinciales Pablo Daniel Blanco, Liliana Martínez Allende y Oscar Rubinos; el concejal Paulino Rossi;
Los oradores Gisela Mansilla por Agrupación Trejo Noel; el Dr. Javier Da Fonseca; Mauro Martínez como presidente de la juventud Tierra del Fuego, el ex intendente de Ushuaia, Federico Sciurano, como presidente del partido y finalmente cerró el acto Carlos Guevara, quien dio las gracias a todos los presentes “por mantener viva la memoria del Dr. Alfonsín y valorar este sistema democrático que tanto costó conseguir”.
Guevara resaltó el desarrollo de actividades durante todo el año del Comité Local Río Grande, “que no solo cumple con su función política, sino también con la comunidad porque distintas instituciones desarrollan sus actividades y esto es mantener viva la democracia”.
El joven Mauro Martínez resaltó la figura del Dr. Alfonsín, a quien consideró “el Padre de la Democracia” e instó a “valorar el sistema democrático, que siempre es perfectible y lo mejor que conocemos, no hay otra manera de elegir a nuestros representantes y no solo en el campo político, la democracia se ejerce también en las elecciones barriales, en los clubes y centros de estudiantes y es el único sistema genuino de la representación que conocemos”.
Discurso del Dr. Javier da Fonseca
“Quisiera en primer lugar agradecer a las autoridades partidarias locales de la Unión Cívica Radical de Río Grande por tan generosa invitación, que no es sino también una distinción para evocar aquella gloriosa jornada democrática y republicana que significó el 30 de octubre de 1983”.
“Permítanme hacer una brevísima reseña autorreferencial sobre aquella jornada: tenía 19 años y me toca en suerte, diría sin equivocarme, en dichosa suerte, ser fiscal de mesa por primera vez. También votaba por primera vez”.
“En la mesa contigua a la que yo fiscalizaba estaba mi madre, vivo recuerdo de ese día al cabo del cual nuestra felicidad sería inmensa”.
También recuerdo a un señor mayor, fiscal de la lista N° 2, del Partido Justicialista, provisto de una gran cantidad de boletas de su candidato y partido vestido de riguroso blanco y con sombrero también blanco y haciendo juego, seguramente evocando lo que alguna vez fue la imagen típica e icónica del líder de su movimiento a quien ese día servía con orgullo y pasión. Tal como mi madre y yo hacíamos con nuestro candidato a presidente, Raúl Alfonsín. Fue una jornada intensa, en la Escuela Nacional Técnica N° 1 de la Av. Antártida Argentina, en mi lejano Llavallol, populosa ciudad del conurbano bonaerense por entonces poblada de importantes industrias y de obreros que le daban vida con su trabajo”.
“Cuando se abrieron las urnas y se contaron los votos, se obtuvo prácticamente un empate técnico en uno de los bastiones tradicionalmente peronistas de ese rincón de la Provincia de Buenos Aires”.
“Con mis jóvenes 19 años y con nula experiencia pero con algo de instinto, entendía que si en ese bastión la Unión Cívica Radical llegaba a un empate técnico, supe instantáneamente que mi candidato al que hoy evocamos con orgullo, ganaría la elección”.
“Puedo dar fe que a pesar de los dolores y de las tristezas que precedieron a esa jornada histórica, había alegría y también esperanza”.
“Si, esperanza. Porque una persona de aspecto simple y campechano, bien de provincia pero también un adelantado de los tiempos nos hablaba claramente de un modelo de país posible. No de un programa de gobierno que podía o no convencer. El modelo que nos proponía Raúl Alfonsín no era otro que el que forjaron nuestros padres fundadores de una Argentina pujante y moderna que se plasmaba en el Preámbulo de nuestra Constitución, el que recitaba como un rezo laico a lo largo y a lo ancho de la Nación, visitando pueblo por pueblo, por pequeño que sea”.
“Al recitar con tanta pasión y vocación cívica, se nos erizaba la piel, se nos hacía un nudo en la garganta y se nos humedecían los ojos”.
“Alfonsín pregonaba con el Preámbulo, la posibilidad de convivir en la diferencia. De sabernos sí eventualmente adversarios, pero nunca enemigos. Pregonaba con pasión arrolladora la posibilidad de institucionalizar las diferencias, de pensar distinto sin por eso aniquilarnos unos a otros como aconteció en el pasado”.
“Nadie como él nos metió en lo más profundo de nuestras psiquis una palabra que tenía vida propia: democracia. “Con la democracia se come, se cura y se educa” nos decía. Y algunos en ese tiempo y mucho después no comprendieron esa simple sentencia, obnubilados seguramente por una torpe necedad. Pero la mayoría del pueblo, sí lo comprendió”.
“Alfonsín con un lenguaje simple y llano nos decía que únicamente respetando la soberanía del pueblo, a través del autogobierno que nos posibilita nuestra sabia Constitución, podemos colmar nuestras más hondas expectativas personales y también grupales”.
“Pregonó a través del preámbulo, las bondades de vivir en democracia como nadie lo hizo. Y más allá de su programa económico, ese rezo laico dio luz a todo un pueblo, harto de oscuridad”.
“Y así llegamos al 30 de octubre de ese año. El maestro Borges, a propósito de esa jornada, dijo: “escribí alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística; yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. El 30 de octubre de 1983, la democracia argentina me ha refutado espléndidamente”.
“Afirmaba Borges que ‘es casi un blasfemia pensar que lo que nos dio aquella fecha es la victoria de un partido y la derrota de otro. Nos enfrentaba un caos que, aquel día, tomó la decisión de ser un cosmos. Lo que fue una agonía, puede ser una resurrección.’ Referenciando la larga noche de la dictadura, Borges decía que ‘tantos años de iniquidad o de complacencia nos han manchado a todos. Tenemos que desandar un largo camino. Nuestra esperanza no debe ser impaciente. Son muchos e intrincados los problemas que un gobierno puede ser capaz de resolver. Nos enfrentan arduas empresas y duros tiempos… Asistiremos, increíblemente, a un extraño espectáculo. El de un gobierno que condesciende al diálogo, que puede confesar que se ha equivocado, que prefiere la razón a la interjección, los argumentos a la mera amenaza. Habrá una oposición. Renacerá en esta república esa olvidada disciplina, la lógica.’”
“En su libro ‘La Cuestión Argentina’, escrito antes de llegar a la Presidencia de la República, decía Alfonsín: ‘La Argentina moderna tiene 100 años, un siglo que se ha dividido por igual en la historia de su crecimiento y en la de su decadencia. En 1880 pocos hubiesen podido adivinar que medio siglo más tarde, aquel país deshabitado, remoto y pobre, se convertiría en la primera Nación de América Latina, iluminaría el continente con su cultura, encontraría su estabilidad democrática y se ubicaría entre las cinco naciones del mundo por su ingreso por habitante. En cambio, en 1930, cincuenta años más tarde, muy pocos hubiesen podido imaginar que en 1980 Argentina llegaría a ser una Nación de segundo orden en Latinoamérica, que varias decenas de países la precederían en el mundo, y que de aquél país rico y democrático, quedaría una sociedad arrasada por la intolerancia, la violencia y la decadencia económica. Hoy, a medio siglo del 6 de septiembre de 1930, un fecha que marcó el punto de inflexión de nuestra historia, intentaremos exponer las razones que hicieron posible ese proceso hacia el subdesarrollo, la violencia y el autoritarismo. Lo haremos para que se comprenda lo que pasó, pero también y sobre todo, con el fin de proponer un método para su superación.’”
“Solo alguien con una pasión y vocación inquebrantables podía expresar como un verdadero heraldo en cada camino de la república una prédica de esperanza. Es que Alfonsín predico con alma y vida, antes, durante y después de su presidencia, las bondades de vivir en democracia”.
“En todo lugar, en todo clima, contra un océano de dificultades, llueva, nieve o truene, nunca cejó en su prédica, guiado por una pasión y vocación por la patria casi demencial.
“Es que, como dice Kovadloff, “en vidas como las nuestras, donde todo parece destinado a transformarse, la vocación se manifiesta como un fenómeno anómalo: resiste, indoblegable, el paso del tiempo; expresa en su constancia sin mengua, la magnitud de su misterio. La vocación, digámoslo desde ya, no es una elección. Hay, entre una y otra, radicales diferencias. La elección es siempre del sujeto; la vocación, en cambio, da forma al sujeto, lo constituye. Sí, la vocación nos elige. Ella dispone de nosotros, se nos impone.”
“Y está claro, al menos para mí, que como dice Kovadloff, la vocación por Argentina, por su democracia dio forma, dio sustancia, dio esencia a Raúl Alfonsín”.
“Estamos aquí presentes para recordar aquella jornada histórica marcada a fuego por Alfonsín. Lo hacemos al lado de su busto. Pero aunque merecido, un busto, el nombre de Alfonsín en una plaza, una avenida, un edificio público o las menciones a su legado en su propio epitafio no serán nunca suficientes para recordar su legado sino emulamos sus actos”.
“A este respecto, bien viene tener presente un poema de Borges:
No arriesgue el mármol temerario
gárrulas transgresiones al todopoder del olvido,
enumerando con prolijidad
el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria.
Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla
y el mármol no hable lo que callan los hombres.
Lo esencial de la vida fenecida
-la trémula esperanza,
el milagro implacable del dolor y el asombro del goce-
siempre perdurará.
Ciegamente reclama duración el alma arbitraria
cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,
cuando tú mismo eres el espejo y la réplica
de quienes no alcanzaron tu tiempo
y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.
“El alma de Alfonsín, su legado está presente en vidas ajenas. Las nuestras, la de los aquí presentes, la de otras plazas, otros pueblos, otras ciudades de la República cuyos habitantes se emocionaron y llenaron de esperanza sus corazones.
El alma de Alfonsín vivirá entre nosotros, en el pueblo de la República atravesando generaciones si somos capaces no solo de imitar sus actos, sino proseguir una tarea aún inconclusa: fortalecer la democracia republicana que siempre soñó.
Hemos superados muchos escollos en estos años. Pero hay mucho por hacer. Por fin se ha reconocido al pueblo como último depositario de la soberanía y en la herramienta fundamental que la consagra: el voto popular.
Pero si el voto popular es el corazón de toda democracia republicana, necesita para darle vida sana y protección a una auténtica administración de justicia, que debe ser su columna vertebral, que la yergue recta, altiva y orgullosa del cuerpo social del que se nutre”.
“Honremos pues su legado continuando con su lucha. Y como también dijo Borges por esos días diciembre de 1983 “la esperanza, que era casi imposible hace días, es ahora nuestro venturoso deber. Es un acto de fe que puede justificarnos. Si cada uno de nosotros obra éticamente, contribuiremos a la salvación de la Patria”, finalizó el Dr. Javier da Fonseca.