A las 9.53 del 18 de julio de 1994 el tiempo se detuvo en Argentina. Un fuerte estruendo cambió para siempre la historia del país, cuando una bomba destruyó la sede de la AMIA en la calle Pasteur, en un atentado que se cobró la vida de 85 personas y dejó más de 300 heridos. Por su cercanía con la Asociación Mutual Israelita Argentina, el Hospital de Clínicas fue el que más víctimas recibió ese día. Allí, médicos, enfermeras, auxiliares y voluntarios asistieron a más del 50% de los heridos en el atentado.
Buenos Aires.- El Dr. Pedro Ferraina era en ese momento jefe del Departamento de Cirugía Gastroenterológica en ese hospital escuela, en diálogo con Ámbito, recordó los minutos posteriores al estallido: “Estábamos en el séptimo piso en una reunión. Todos los cirujanos estábamos reunidos en ese piso con la ventana que daba a la Avenida Córdoba. La explosión prácticamente hizo temblar el hospital. No teníamos ni idea, pensamos que había explotado una caldera o algo así. Después hubo un silencio y a los pocos minutos un griterío tremendo. Después, la tragedia de lo sucedido”.
El nosocomio, vecino de la mutual judía, rápidamente recibió a los heridos e improvisó nuevas salas de urgencia para atender a los mismos. “De las más de 300 víctimas, casi el 50% de las mismas fueron atendidas en el Hospital de Clínicas. Si bien no formaba ni forma parte de los centros de atención de urgencia de la Ciudad de Buenos Aires, la cercanía enorme con la AMIA, solamente 150 metros, hizo que caminando o en camilla, la mayor parte de los pacientes se acercaran al Hospital de Clínicas”, sostuvo Ferraina.
La totalidad de los sectores y profesionales del lugar se pusieron al servicio de las víctimas del atentado. “Todo el hospital se transformó en un centro de emergencia. Recuerdo que bajé del séptimo piso, me metí en la guardia y comenzaron a llegar pacientes”, rememoró el médico.
La gravedad, la emergencia y el apuro eran tales que no hubo siquiera posibilidad de clasificar a los pacientes según su gravedad antes de llegar al Clínicas. Según el especialista, “a diferencia de lo que pasa habitualmente cuando existe un accidente con muchas personas, donde antes de ser derivadas se los categoriza poniéndoles un color determinado según sean pacientes con lesiones leves, graves, graves recuperables o irrecuperables, aquí hubo que hacerlo dentro del hospital porque venían directamente sin existir ningún ente intermedio que pudiera derivarlos de acuerdo a su gravedad”.
El médico destacó que una de las ventajas del lugar fue que contaba al momento mismo de la explosión con todas las especialidades. En tanto, el trabajo en continuado alrededor del atentado duró 72 horas: “Tanto los quirófanos como todos los servicios estuvimos de guardia prácticamente tres días seguidos”, mencionó Ferraina.
Los muertos por el atentado terrorista fueron 85. La mayoría de ellos falleció en el momento como consecuencia de la explosión. En el Clínicas, según rememoró el especialista, fueron cinco las víctimas fatales. Entre ellos, una joven de 19 años que el médico tuvo entre sus pacientes y que recordó con profundo pesar: “Era una chica de 19 años. Simplemente estaba pasando por la calle Pasteur para ir a la Facultad de Economía cuando se produjo el atentado brutal. Las lesiones que tenía eran gravísimas y pese a que la intervenimos quirúrgicamente murió”.
La chica en cuestión era Romina Boland, quien ese día planeaba inscribirse en la universidad. “Romina, que terminó falleciendo, fue lo más impactante dentro de mi actuación. Primero, por su juventud; y, segundo, por la gravedad inusitada de las lesiones que tenía, que me impidieron poder darle una solución desde el punto de vista quirúrgico”, lamentó el cirujano. Y añadió: “Nos produjo un dolor enorme expresárselo a los familiares, es un recuerdo imborrable”.
Días atrás, de la mano del fotógrafo Julio Menajovsky, Ferraina se reencontró con la hermana de Romina para posar junto a ella en una foto que es parte de la muestra «Veinticinco», integrada por imágenes actuales y otras del momento del atentado en la lente de quien fue uno de los primeros reporteros gráficos en llegar al lugar esa trágica mañana. “Fue muy emotivo”, dijo el médico.
Al recordar la tragedia, el cirujano sostuvo que “esas jornadas terribles las seguimos recordando con mucho pesar pero, a nivel profesional, tuvimos la tranquilidad de que el hospital respondió de forma adecuada”. Y resaltó la marca que el ataque dejó en los profesionales que trabajaron para salvar las vidas de las víctimas: “Fue una tarea realmente titánica. Algunos de los cirujanos jóvenes que actuaron en esa época hoy ocupan cargos directivos”.