Macri estará en Nueva York para la Asamblea de la ONU. Lo acompaña Lacunza que tendrá un encuentro clave con el FMI. Misión albertista para calmar incertidumbres. Pero el contexto internacional le resta público a la Argentina.
Nueva York.- Buena parte de la política argentina se jugará esta semana entre Nueva York y Washington. El objetivo de macristas y albertistas aquí es casi el mismo, aunque cada uno lo juega en el extremo opuesto de la tensión electoral.
Ahora bien, hay una diferencia esencial entre este septiembre de 2019 y otros anteriores. En aquellas el éxito se lograba con una foto en medio del poder mundial o mostrando una larga lista de bilaterales presidenciales con potenciales inversores. Los oídos de la administración de Donald Trump y también los del mercado, todos ahora están puestos en atender otros objetivos. En esa lista están problemas del presidente estadounidense con la agenda internacional y también, debe decirse, una nueva visión sobre la Argentina.
Para Wall Street, Argentina pasó de ser una curiosidad para inversores, que podían aprovechar altas rentabilidades en un mundo que no ofrece semejantes oportunidades de tasa, a convertirse nuevamente (ciclo repetido demasiadas veces) en un mercado fuera del mundo con deuda en vía de reestructuración y, por lo tanto, chances de buenos negocios pero no por inversiones, sino por posibilidad de compra de activos a precios de liquidación.
En paralelo, se juega otro partido pero en el FMI y sobre el destino del desembolso tan esperado. En ese mar deben navegar los argentinos que llegan a Estados Unidos por estos días, tanto peronistas o cambiemitas.
Mauricio Macri aterrizará esta semana en Nueva York con una agenda acotada con la que intenta lograr que su posible última pasada por el escenario grande mundial le provoque efectos directos en la campaña electoral. Buscará reforzar con esa foto junto al mundo, en especial con Trump, la cara que mejor ha manejado su gobierno que es la de las relaciones internacionales. “Es lo mejor que hace, no íbamos a dejar de lado esa oportunidad”, se confesó hace tiempo un hombre del gobierno cuando confirmó que Macri estaría este año en Nueva York para dar su mensaje ante la Asamblea de las Naciones Unidas.
Junto a ese ejercicio internacional propio, Macri mostrará a su ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, quien vendrá a Nueva York junto al Presidente para participar de la agenda en la ONU y el miércoles partirá a Wasghington donde tiene cita con parte del directorio del FMI. Esa reunión está confirmada como también la participación del país, también con Rogelio Frigerio en la delegación, en las fiestas por el 60 aniversario del BID. Macri también debió estar allí, pero recortó el viaje por la atención a la campaña en Buenos Aires. El resultado de ese encuentro entre Lacunza y el Fondo es el interrogante máximo que le queda a esta semana que comienza.
Mientras tanto Alberto Fernández mantiene una dialéctica aparentemente distinta sobre como Argentina debe manejar sus relaciones con el mundo. Esa concepción ya era conocida en Néstor Kirchner, que tiró piedras de varios tamaños hacia Washington pero nunca llegó a romper definitivamente. Su esposa tuvo caminos más complicados.
Entre lo colorido de esa relación, EEUU le reprocha a Néstor la cumbre paralela de Mar del Plata con Hugo Chavez, mientras que a Cristina no le perdonan el episodio de la violación de materiales (vía tenaza en manos de Héctor Timerman) que las Fuerzas Armadas de ese país habían llevado a la Argentina para un ejercicio de fuerzas combinado que tenía autorización previa.
Nada de eso apareció en estos días por Nueva York. Alberto Fernández habla de la relación estratégica con China, pero dentro del albertismo saben que Beijing no está en momento de actuar como financista del mundo, mientras que Washington ya es el principal prestamista del país en términos reales. Por eso no llama la atención la afirmación que hizo el fin de semana: “Ningun país como Argentina puede enemistarse con los Estados Unidos”, dijo.
Juan Manzur hizo de avanzada de esa relación con una visita a Nueva York que terminó ayer. Estaba planteada como una devolución de gentilezas con el City College of New York que tiene un convenio de cooperación con la Universidad de Tucumán y una pasada por el Council of the Americas, siempre interesado, de la mano de Susan Segal, en llevar a jefes locales. Esa visita de Manzur, acompañado por Eduardo Fellner para completar el sello peronista, se hizo más intensa en reuniones con representantes de fondos y bancos y hasta en encuentros con empresarios, locales y argentinos. A todos intentaron explicar lo que viene en materia de gobierno en Argentina y al mismo tiempo calmar incertidumbres.
Esos ejercicios de oficialistas y opositores tienen en frente una realidad que les quita público a sus intereses. Durante el fin de semana el mundo estadounidense puso toda su atención en otros problemas.
Los medios en Nueva York no tuvieron mención alguna a temas financieros de latinoamérica sino que estuvieron concentrados en la última denuncia que cayó sobre Trump y que, para muchos, puede complicar seriamente la campaña presidencial. Se lo acusa de haber presionado en una conversación telefónica al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, para que investigue en su país al hijo menor se Joe Biden, Hunter, que es allí integrante del directorio de una empresa de energía. Biden es hoy la cara central de la oposición demócrata a Trump o por lo menos quiere serlo.
Esa presión, en la que aparece también Rudolph W. Giuliani como abogado de Trump, se suma al episodio del posible bombardeo de EEUU a Irán que habría sido suspendido a último momento por el propio presidente cuando aviones de la Fuerza Aérea ya estaban en vuelo, como retaliación ante el ataque de iraníes con misiles a un dron de vigilancia estadounidense. Demasiado para que Argentina tenga toda la atención que necesita en Washington.