La economía argentina podría tener una contracción adicional por culpa de la expansión del coronavirus. Así lo expresa un informe preparado por el Banco Central, en lo que se constituye como la primera estimación oficial sobre el impacto del COVID-19 en el país.
Buenos Aires.- La evaluación -realizada por técnicos del BCRA y presentada en las últimas horas ante el Directorio de la entidad monetaria- dice que la actividad podría caer un 0,5% adicional este año, ante el enfriamiento económico a nivel global y la caída de los precios de los productos que exporta la Argentina.
En ese caso, una caída del 0,5% del PIB significaría un costo anual de unos u$s2.000 millones (alrededor de $125.000 millones al actual tipo de cambio mayorista).
El cálculo refiere a un escenario moderado. Es decir, sin que la crisis por la enfermedad se agrave a nivel mundial, ni que implique una situación de salida de capitales y pérdida de valor similar a lo que aconteció hace más de una década, con la crisis derivada de los créditos hipotecarios «subprime».
Por ahora, dicen en el Banco Central, no hay razones para pensar en un escenario de una gran recesión mundial. «Si aparece, por supuesto que lo evaluaremos», dice a iProfesional una de las personas que escuchó el informe técnico.
La preocupación oficial refiere, en todo caso, a que esta situación apareció en un año en el cual la economía transita por una recesión, en un momento cuando el Gobierno quiere evitar nada menos que un default de la deuda y, a partir de ahí, tratar de enderezar la economía.
«Una cosa es cuando algo así te pega cuando venís creciendo varios años seguidos y te enfrenta a un ajuste (como puede suceder en los Estados Unidos), y otra muy distinta es cuando la economía atraviesa una larga recesión y tu objetivo pasa por estabilizar y recién ahí empezar a levantar, como es el caso de la Argentina», analiza la fuente.
Un informe que acaba de publicar la Fundación Mediterránea destaca que «la recesión económica cumplió siete trimestres consecutivos y pasó a ser uno de los procesos más largos de los últimos 30 años, aunque con una intensidad menor que el promedio. No obstante, los últimos datos agregados con periodicidad mensual muestran cierto amesetamiento en el nivel de actividad económica».
Según la estimación del REM que organiza el Banco Central entre más de 50 consultoras, el PIB se contraería 1,2% este año.
Es en este contexto, entonces, que la llegada del coronavirus podría complicar la leve recuperación económica esperada recién para la segunda parte del año.
La aparición de la enfermedad tendría impacto local por los distintos perjuicios provocados a nivel internacional.
Las principales causas tienen que ver con:
– Una caída en las exportaciones de la Argentina, sobre todo hacia China y también a Europa. Uno de los datos alarmantes que se conocieron en las últimas semanas tuvo que ver con la baja del 35% en las ventas de carne hacia China. Ese país es el segundo mercado para los productos argentinos, después de Brasil. De acuerdo con un trabajo de la consultora Abeceb, hacia allí se dirige el 14% de las ventas argentinas al exterior.
– Baja en los precios de las materias primas. En las últimas semanas, el precio de la soja ajustó de manera moderada, un 5,1%, pero el temor de las autoridades radica en que esa tendencia negativa se profundice. China es el principal importador de commodities del mundo, y eso explica que ante las menores compras, bajan los precios.
– Presión financiera por la devaluación en Brasil. Desde que empezó el año, el dólar ya subió 15% en el paìs vecino y, tanto jueves como viernes, el Banco Central de Brasil se vio obligado a intervenir en el mercado para moderar la devaluación. Terminó la semana en R$4,63 por dólar.
La salida de capitales desde Brasil y los demás mercados emergentes está provocando devaluaciones simultáneas, ante las cuales la Argentina se encuentra contenida por obra y gracia del «cepo» cambiario.
Pero una contracción de la economía brasileña, sin dudas, golpearía adicionalmente a la Argentina, dada la conexión comercial histórica entre ambos países. Y los economistas observan con preocupación que una ola de devaluaciones a nivel regional pondría una cuota adicional de presión para que el tipo de cambio en Argentina se mueva a un mayor ritmo que el previsto.
En otras palabras, las devaluaciones aceleradas por la epidemia global pondrían en duda el sostenimiento del congelamiento cambiario, al cual el Gobierno apuesta como un pilar del plan antiinflacionario.
– Problemas con el abastecimiento industrial. Este es un inconveniente que involucra a la Argentina y a gran cantidad de países que reciben insumos para distintas industrias.
Por ejemplo: el sector textil, el de los electrodomésticos y -sobre todo-, el automotor, dependen en buena medida de las piezas y partes que llegan desde China.
Se ha detectado, justamente, una caída en picada de la actividad fabril en el país asiático por culpa del coronavirus. La industria manufacturera de China registró en febrero su peor dato desde que comenzó la serie histórica oficial, en el año 2004.
Según los datos preliminares, la crisis provocada por el coronavirus impactaría en aquel país de una manera peor que la originada por los créditos subprime.
– Caída en el turismo receptivo. En este 2020, la Argentina se encaminaba a dar vuelta el déficit turístico de los últimos años. Producto de la devaluación y de los menores ingresos de los argentinos, medidos en dólares, el país podría volver a ser superavitario en su balanza turística.
El atractivo de volverse competitivo para los brasileños y chilenos, lo mismo que para ciudadanos europeos que habían dejado de visitar a la Argentina por ser especialmente cara en dólares, bien podría ayudar a dejar divisas en el BCRA.
Durante 2019, la Argentina registró algo más de tres millones de visitantes extranjeros, un incremento del 11,1% contra el año anterior. La expansión del coronavirus amenaza con derribar las mejores expectativas.
¿Y la reestructuración de la deuda?
Por ahora, el «efecto coronavirus» no demora el cronograma hacia la oferta y posterior reestructuración de la deuda externa.
La visión del Gobierno -y de varias consultoras de la City- hace hincapié en que la agitación del mercado de bonos, con la consecuente caída de los precios de los títulos, jugó a favor de la operación oficial.
¿El motivo? El hecho de que los valores de los papeles argentinos se desvaloricen no hace más que acercar el precio del mercado de esos títulos a la (supuesta) oferta del Gobierno a los bonistas, lo que ayudaría a una aceptación por parte de los inversores.
De todos modos, en el mercado manda la incertidumbre. La expectativa es que Economía apure la oferta. Pero si no cumple con los tiempos y -como muchos creen- la ola del coronavirus se sigue expandiendo y golpea más a la economía global, los mercados financieros podrían derrapar más y poner en riesgo la reestructuración.
Por eso mismo, en los despachos oficiales plantean que hay que moverse paso a paso. Confían en cumplir con el calendario ya expuesto. Aunque algunos funcionarios que no están ligados directamente a la operación de la deuda, ya plantean que esos objetivos serán incumplidos. Que inevitablemente habrá una demora en los planes.
Al respecto, plantea la Fundación Mediterránea: «Bajo un escenario optimista de reestructuración exitosa de la deuda, el actual amesetamiento de los indicadores económicos podría transformarse en una mejoría, en la medida que se mantengan los factores expansivos mencionados anteriormente y que el efecto del «coronavirus» no resulte demasiado dañino para la economía mundial y la evolución de los precios de las exportaciones de nuestro país».
Por eso es clave dar las señales concretas de que habrá acuerdo con los inversores.
Por el coronavirus no queda otra que esperar a que se cumplan las expectativas conservadoras del Banco Central. Un empeoramiento del escenario alargará las penurias de la economía argentina, que muestra guarismos sociales históricamente malos.