Al cumplirse un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Eva Duarte de Perón, la Facultad Regional Tierra del Fuego recordó a quien fuera la esposa del fundador de la Universidad Obrera Nacional base de la Universidad Tecnológica Nacional. “Eva siempre decía: donde hay una necesidad, hay un derecho y fue justamente el derecho a estudiar lo que le dio a la clase obrera argentina”, destacó el Decano de la alta casa de estudios, ingeniero Mario Ferreyra.
Río Grande.- Con motivo de haberse cumplido un nuevo aniversario del fallecimiento de María Eva Duarte de Perón -cariñosamente Evita para el pueblo- cuyo paso a la inmortalidad ocurriera el 26 de Julio a las 20:25 en Buenos Aires, el Decano de la Facultad Tierra del Fuego y Secretario de Políticas Institucionales del Rectorado de la Universidad Tecnológica Nacional, Ingeniero Mario Ferreyra, en nombre de la casa de altos estudios, le rinde emocionado homenaje a quien fuera la esposa y compañera del Presidente de la Nación Tte. General Juan Domingo Perón, fundador de la Universidad Obrera Nacional base de la Universidad Tecnológica Nacional.
“Eva siempre decía: donde hay una necesidad, hay un derecho y fue justamente el derecho a estudiar lo que le dio a la clase obrera argentina”, destacó el Decano de la alta casa de estudios, ingeniero Mario Ferreyra.
La Universidad Tecnológica comparte, en este día una serenata de Cátulo Castillo que escribió en homenaje a Evita.
Toquen suave, muchachos,
¡porque se siente enferma!
Tiene la frente pálida,
y hoy ha tenido fiebre.
Se desgajó en la lucha.
Miró al azul su flecha
y estuvo en la contienda
del amor, con su gente.
Toquen suave muchachos…
que esta noche la velan
con su oración de siglos,
con su oración de siempre,
los duendes de los sueños
que habitaron la tierra,
y hoy es noche en que todo
se ha llenado de duendes.
¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme;
se han callado los astros
y el reloj no nos miente.
Las ocho y veinticinco
de la cita en horario.
La viajera ha venido;
la historia se detiene.
¡Toquen suave, muchachos!
La serenata tiembla
frente al balcón en alto
donde la hermana duerme.
Tiene un suspiro tenue
que se anuda en la trenza.
Le dice adiós un pájaro.
Juan la besa en la frente.
Toquen suave, muchachos.
Que el silencio nos duela,
como duelen las cosas
que se van y no vuelven.
Pero ella vuelve siempre,
y ha de volver inmensa
cuando Juan, una tarde de mayo,
nos regrese…
¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme.
Se han callado los astros.
La vida se detiene.
Cátulo Castillo