Víctor Zalazar, junto a su esposa Mariana Ibarra, son los docentes de la única escuela argentina que tiene clases presenciales, en esta pandemia.
Neuquén (Diariamente Neuquén).- Domingo, 15 horas. En la ciudad de Neuquén debutan los controles policiales para evitar la circulación vehicular, en otro intento por frenar el coronavirus. En la base Esperanza de la Antártida, Víctor Salazar disfruta de un “día lindo” junto a su familia: “hay 11 grados bajo cero y una sensación térmica de 15 grados bajo cero, pero no hay viento”. La diferencia por estos lares y su incidencia en la escuela N° 38, la marca el clima: ni el coronavirus, ni los paros docentes, ni la cuarentena.
El sábado pasado, 29 de agosto, se registró el día más frío del año con una sensación térmica de 50 grados bajo cero, los días anteriores orillaban los 30 grados bajo cero, en la Base. “Igual tuvimos clases porque no había viento, la escuela está calefaccionada y los chicos estuvieron en exposición sólo en el trayecto de casa a la escuela. En esos casos, el Servicio Meteorológico Nacional nos recomienda que cualquier parte del cuerpo sólo puede estar expuesta entre 4 a 5 minutos. De lo contrario, sentís como millones de agujas que te van pinchando”, relató este docente, que por segunda vez consecutiva presentó un proyecto junto a su esposa, Mariana Ibarra, para poder desempeñarse en la Antártida.
Ella es la directora de la Escuela Provincial Nº 38 “Pte. Raúl R. Alfonsín” -depende del ministerio de Educación de Tierra del Fuego- y es el único establecimiento educativo en todo el país que no cerró sus puertas y mantiene las clases presenciales, desde que se declaró la pandemia.
Hoy es domingo. En la ciudad de Neuquén, le repito, debutan los controles policiales para evitar la circulación vehicular. Tome asiento, ubíquese cómoda o cómodo, y disfrute este testimonio sencillo y realista. Esto también es Argentina.
Periodista: ¿Cuándo comenzaron las clases?
Víctor Zalazar: El virus no ingresó a la Antártida, desde el 5 de marzo que empezamos el ciclo lectivo no suspendimos nunca las clases. Desde fines de febrero que había un protocolo para cerrar la Base; acá hacemos una vida normal, como era antes la vida normal en la Argentina Continental.
P: ¿Cuántos alumnos tienen?
V.Z.: Tenemos 14 alumnos en total, nivel inicial, primario y secundario. Con Mariana, que es mi esposa y la directora estamos abocados a los dos primeros niveles y contamos con dos auxiliares, quienes son esposas de personal del Ejército, la seño Roxana que nos da una mano con el nivel inicial y contamos con una tutora para el nivel secundario. Facilitamos las instalaciones, pero en el caso del nivel secundario, los estudiantes cursan a distancia con una plataforma del Ejército.
Los tres niveles ingresan entre las 7 y 8 de la mañana, a las 8 comenzamos las actividades, tocamos el timbre e izamos la bandera. Tenemos 3 aulas, una para cada nivel. Es la única escuela del continente Antártico, somos la única que viene trabajando de manera interrumpida y la única que mantuvo las clases presenciales (desde 1978 funciona de manera ininterrumpida).
P: ¿Cómo es un día normal de clases?
V.Z.: En el nivel primario, tenemos las áreas comunes por la mañana -matemáticas, lengua, etc- y a las 12 horas termina la primera jornada. Cada uno va a su casa y a las 14,30 horas regresamos para acudir a diferentes talleres, que damos nosotros, pero además tenemos auxiliares del plantel del Ejército, que tiene conocimiento en alguna de las áreas. Por ejemplo, en educación física. También tenemos música, zumba y boxeo marcial. Así es como pasamos el tiempo en la tarde, hasta las 17 horas. Luego hay actividades que se hacen a la tarde-noche, como hasta el jueves que, de 21 a 23 horas, tenemos películas para grandes y chicos.
P: ¿Y cómo es la distribución de la comunidad?
V.Z.: La casa más alejada esta a 200 metros, en un lugar normal se puede llegar rápido pero acá hay momentos imposibles de circular cuando hay temporal. Cuando el viento supera los 30 nudos, por protocolo se suspenden las actividades, se hace imposible. Hay momentos en que la nieve supera los 2 metros de altura. El clima acá es más peligroso que el coronavirus, pero tomamos todos los recaudos. Trabajamos con el equipo de sanidad de la Base, donde hay dos médicos, dos enfermeros y un dentista.
Relata Víctor, que haciendo un paralelismo, saben lo que es hacer la cuarentena porque cuando hay temporal de viento y nieve, deben permanecer en sus casas por dos o tres semanas. Para esos casos, cuentan con un depósito de víveres y se preparan como familia, cada uno en su casa. “Al principio a los chicos les cuesta mucho, pero cuando comenzamos el año, en la primera reunión de padres les advertimos de esta situación. Todas las familias deben tener una organización, para que los chicos también puedan estudiar y hacer otras actividades, aunque tengan que estar adentro de su casa.
P: ¿Qué saben de sus familias, cómo viven esta pandemia?
V. Z.: Conocemos todo, pero no llevamos nada a la práctica, salvo algún simulacro que hacemos con los chicos como pasar un día completo con barbijos o juegos con distanciamiento. Todo esto con la idea de prepararlos, porque no sabemos con qué nos vamos a encontrar a nuestro regreso.
P: ¿Cómo se embarcó en este proyecto?
V.Z: Con mi familia somos de Tierra del Fuego, de Ushuaia. Con mi esposa estudiamos juntos y en uno de los momentos de la carrera, nos dieron charlas sobre las escuelas rurales y esta es una de ellas. Éramos estudiantes, nos interesó. Luego nos casamos, tuvimos hijos y en el 2017 decidimos que sería bueno probar acá. Presentamos en el 2018 nuestro proyecto educativo y nos eligieron. Luego regresamos, pero al poco tiempo volvimos, porque el más chico de mis hijos tenía el sueño de jurar la bandera acá, como lo hizo su hermano mayor. Vinimos el 16 de noviembre de 2019 y nos estaríamos quedando, normalmente, hasta diciembre, pero en esta situación no sabemos cuándo regresaremos.
P: ¿Por la pandemia no hubo vuelos tampoco a esta Base?
V.Z: Desde marzo, cuando se realizó la campaña de verano, esos fueron los últimos vuelos con personal. Luego hubo para abastecimiento otros 5 vuelos, donde los Hércules fueron sometidos a todo un protocolo de desinfección, pero sólo eran para abastecimiento. Y hace 2 semanas, excepcionalmente, hubo un vuelo sanitario. Nosotros de la Base Marambio (una estación científica y militar) estamos a unos 25 minutos de vuelo, esa es la referencia que tengo, calculo que serán unos 1.000 kilómetros.
P: Por lo que cuenta, tampoco hay paros docentes. ¿Los sueldos son diferentes a los ingresos que percibían en las escuelas de Ushuaia?
V.Z: En Ushuaia trabajábamos, mi esposa en las escuelas N° 15 y N° 16 y yo en el colegio privado, Don Bosco. Acá no tenemos paros docentes, por el único motivo que suspendemos las clases es por la cuestión climática. Somos una comunidad pequeña y estamos llevando adelante todo. Es el mismo sueldo que un docente de la ciudad y hay un pequeño suplemento antártico, que no es lo que debería, pero uno también viaja por la experiencia. Cuando uno ingresa al continente Antártico, vive un sueño. No hay una persona que haya estado aquí y no añore volver.
Cuando uno ingresa, no se fija tanto en lo económico. Acá se valoran distintas cosas que en la ciudad se pasan por alto, el rol del maestro es muy valorado. La directora es una autoridad importante y la escuela es generadora de muchas actividades. En cuanto a lo educativo, nos llevamos la experiencia de trabajar con un modelo plurigrado y de llevar adelante una institución, entre dos personas. El trabajo colaborativo también es muy importante, si alguien no hace algo, recargamos al resto de la comisión y eso lo sabemos todos.
P: ¿Y qué es lo que más extrañan de la ciudad?
V.Z.: Se extrañan un montón de cosas que, por ahí, en la ciudad, no se valoran. Así como nos llevamos como experiencia el cuidado del medioambiente, también uno aprende a cuidar el agua. Abrir la canilla y que salga agua es muy difícil. Se extraña, por ejemplo, comer frutas y verduras frescas; todo es enlatado.
Si uno tiene que ir a comprar algo, lo hace con la anticipación de un año. Le doy un ejemplo familiar. Nuestros dos hijos usan anteojos, antes de venirnos, trajimos dos pares por las dudas. A uno de ellos, se le rompieron ambos pares. Y acá no hay óptica. Estamos desde mayo pegando los anteojos, hicimos el pedido a nuestras familias, pero no se puede ingresar nada, porque no hay vuelos. Todo esto es aprendizaje.