Por Pablo Daniel Blanco – Senador de la Nación.
En las cenizas de la Panadería Unión están no miles sino millones de recuerdos fueguinos. Con este tremendo siniestro se van para siempre objetos materiales que, espero, la comunidad de Tolhuin, Emilio Saéz y todos los fueguinos podamos recuperar. Al golpe durísimo que la cuarentena y la pandemia supusieron para este emblemático comercio se suma el drama de las llamas devorándolo todo. Es una pena inmensa para todos. Una puñalada al corazón de la isla.
La Unión es, fue y será un ejemplo de cómo lo popular se construye con perseverancia, esfuerzo y trabajo. De cómo una idea se transforma en proyecto y luego en realidad. De cómo un emprendedor, un luchador, un pionero y un visionario puede generar una fuente de trabajo para tantísima gente a lo largo de años y de tantísimos gratos momentos.
Las llamas no podrán llevarse nunca los momentos vividos por todas y cada una de las personas que por allí pasaron. Era un lugar mágico donde el perfume de lo que se horneaba olía a compañerismo y cordialidad. La Unión es, fue y será un ícono de la cultura fueguina. Cultura marcada a fuego por el empeño, la búsqueda de superación constante, el trabajo duro y meritorio, la campechanía y la esperanza siempre presente de que es posible construir un futuro mejor. De que a la adversidad se le gana.
El incendio quemó un pedacito de cada uno de nosotros pero nunca borrará de nuestra memoria el ambiente que allí se respiraba, el incesante ir y venir de fueguinos y turistas. ¿Quién no tiene una foto compartiendo un café con Favaloro? ¿Quién no está viendo en este mismo momento las fotos de los famosos con Emilio felices de estar allí? ¿Quién no recuerda el sabor del chocolate en rama, de sus sándwiches y facturas? Momentos; miles de momentos compartidos tranquilos o a las apuradas; fugaces o sin apuro.
La Unión quedará para siempre en la memoria de los fueguinos. Siempre estará ahí. La vi nacer, me toca, con tristeza, verla irse. Espero que vuelva pronto.