Son de Río Grande y exportaron antes de establecerse en el mercado argentino. «El proyecto pasó de ser un hobby a ser un emprendimiento con una rapidez inusual», destaca Carlos Gitlin, ingeniero Industrial que junto a Claudina Vuillerment, licenciada en Higiene y Salud Ocupacional, fundó Chinoa: una fábrica de chocolate que lleva sus «historias del fin del mundo» hasta Hong Kong y Estados Unidos.
Río Grande.- «El proyecto pasó de ser un hobby a ser un emprendimiento con una rapidez inusual», destaca Carlos Gitlin, ingeniero Industrial que junto a Claudina Vuillerment, licenciada en Higiene y Salud Ocupacional, fundó Chinoa: una fábrica de chocolate que lleva sus «historias del fin del mundo» hasta Hong Kong y Estados Unidos. «La intriga por los procesos de elaboración de chocolate se despertó hace más de quince años, pero el proyecto se empezó a materializar en 2019 con el descubrimiento de la filosofía de producción bean to bar (NdR: desde el grano de cacao) y con la importación de las primeras máquinas refinadoras», explica Gitlin y agrega que su producto es un superalimento, con características únicas y totalmente diferentes a la golosina azucarada que ofrece el mercado masivo.
En enero de 2020 comenzaron a operar desde la planta y se convirtieron en una de las cuatro empresas que produce a partir del grano de cacao. «Nuestros chocolates solo contienen el fruto de cacao y azúcar orgánica. Son orgánicos, saludables, veganos, libres de gluten, soja y lactosa. En nuestra planta seleccionamos los granos que importamos desde Ecuador, los tostamos con diferentes perfiles de temperatura y tiempo, los partimos y descascarillamos, para luego refinarlos durante 48 horas ininterrumpidas y finalmente templamos, moldeamos y envasamos a mano las tabletas», relata Gitlin y afirma que es por este proceso y filosofía de trabajo que son muy exigentes en la selección de clientes y canales de venta.
«El proyecto pasó de ser un hobby a ser un emprendimiento con una rapidez inusual», destaca Carlos Gitlin, ingeniero Industrial que junto a Claudina Vuillerment, licenciada en Higiene y Salud Ocupacional, fundó Chinoa: una fábrica de chocolate que lleva sus «historias del fin del mundo» hasta Hong Kong y Estados Unidos. «La intriga por los procesos de elaboración de chocolate se despertó hace más de quince años, pero el proyecto se empezó a materializar en 2019 con el descubrimiento de la filosofía de producción bean to bar (NdR: desde el grano de cacao) y con la importación de las primeras máquinas refinadoras», explica Gitlin y agrega que su producto es un superalimento, con características únicas y totalmente diferentes a la golosina azucarada que ofrece el mercado masivo.
En enero de 2020 comenzaron a operar desde la planta y se convirtieron en una de las cuatro empresas que produce a partir del grano de cacao. «Nuestros chocolates solo contienen el fruto de cacao y azúcar orgánica. Son orgánicos, saludables, veganos, libres de gluten, soja y lactosa. En nuestra planta seleccionamos los granos que importamos desde Ecuador, los tostamos con diferentes perfiles de temperatura y tiempo, los partimos y descascarillamos, para luego refinarlos durante 48 horas ininterrumpidas y finalmente templamos, moldeamos y envasamos a mano las tabletas», relata Gitlin y afirma que es por este proceso y filosofía de trabajo que son muy exigentes en la selección de clientes y canales de venta.
Por ser Tierra del Fuego un área aduanera especial, la salida al mundo fue difícil. Todo comenzó cuando una empresa de Hong Kong quiso tomar carga en la planta para contar con muestras de tabletas en una cata de chocolate, y ahí se dieron cuenta de que ningún courier hace pick up en Tierra del Fuego. «Lejos de resignarnos, comenzamos a forzar los procesos sabiendo que iban a trabarse, para lograr resolver cada uno de los impedimentos», afirma y asegura: «Históricamente prevaleció la importación para consumo interno y la exportación al territorio continental de productos con acreditación de origen. La exportación al exterior que logramos desde Chinoa, trabajando en equipo con DHL y la Aduana de Río Grande, marca un hito que le permitirá a otros emprendedores fueguinos comenzar a internacionalizar sus productos».
De esta manera, antes de cumplir su primer año, Chinoa ya había exportado sus productos a Hong Kong y Estados Unidos. Sin embargo, la llegada al continente argentino también es tediosa: «En el caso de los productores de Tierra del Fuego, también se requiere de una exportación para llegar con nuestros productos al territorio continental argentino. Es clave aceitar también estos procesos para llegar al resto del país. Tenemos muchísima demanda de personas de todo el país, particularmente de Buenos Aires, y no pueden entender que se consigan Chinoa en Hong Kong y no en nuestro país».
Por el momento, Gitlin explica que esperan establecerse en los mercados conseguidos y, puntualmente, aterrizar en Japón. «El éxito dependerá de la confiabilidad en los tiempos de entrega y de que encontremos partners que logren transmitir nuestra propuesta de valor», analiza Gitlin para quien «no hay nada más genuino que lograr posicionar productos argentinos en el mercado mundial».
EN CIFRAS
Fundación: 2020.
Ciudad de origen: Río Grande.
Facturación: $1,2 millón.
Mercados a los que exportan: Hong Kong y Estados Unidos.
La versión original de esta nota se publicó en el número 325 de Revista Apertura.