El balance del 2021 pasa por distintas etapas, y sobre el fin de año renace la esperanza con los primeros signos de reactivación, luego de un inicio todavía paralizado por la pandemia, y largos meses focalizados en el proceso electoral de las PASO y las elecciones generales, que postergaron el despegue, aun cuando las condiciones sanitarias lo permitían.
Ushuaia vivió un reinicio de actividades anticipado en la temporada de invierno, que superó las austeras expectativas del sector del turismo y terminó revitalizando la economía de la ciudad en general. Pero mientras el sector privado rápidamente buscó adecuarse a la demanda inesperada de servicios, el público no reaccionó a tiempo, en especial por la falta de una política uniforme del gobierno nacional que, por un lado incentivó la reactivación del turismo con el programa Pre Viaje, pero por otro demora todavía la normalización de frecuencias aéreas, postergó definiciones sobre el inicio de la temporada de cruceros y los protocolos a aplicar, que derivaron en la pérdida progresiva de reservas.
Fue un año de incertidumbre, de falta de visión global del país para atender sus particularidades y reaccionar a tiempo para no seguir perjudicando sectores económicos y productivos que, por la situación epidemiológica, estaban preparados para la vuelta a la normalidad, en especial en Tierra del Fuego, que logró un alto porcentaje de vacunación, una estabilidad de casos y un buen manejo sanitario ante las eventualidades que fueron surgiendo.
El sector privado tuvo que luchar contra el peso del pie que le pusieron encima las medidas del gobierno nacional; la industria contra la especulación electoralista del anuncio de la prórroga del subrégimen, que se hizo esperar hasta el final, ya sobre las elecciones generales; y continúa dando pelea ante impedimentos inexplicables para el desarrollo normal de la producción, como la delegación en empresas privadas de cabotaje de una política de Estado, dejándolas manejar a su antojo la llegada o no de insumos imprescindibles para mantener en marcha el aparato productivo, en un momento en que es impostergable facilitar la reactivación. Ponerla en jaque con una sola embarcación de cabotaje para traer los contenedores por decisiones económicas de una empresa, sin ninguna incidencia del Estado, a esta altura resulta imperdonable.
Los cupos al combustible que estableció YPF comenzaron a agregar complicaciones a la alternativa de transporte terrestre, con escasez de gasoil para abastecer la demanda de los camiones, de la prestación de servicios esenciales, entre ellos la maquinaria para llevar adelante la obra pública. La mirada federal sigue pendiente y no hay una visión de las realidades regionales para atender particularidades como la condición de isla de Tierra del Fuego y la falta de opciones con otras empresas privadas que puedan garantizar el abastecimiento.
Desde el privado se sigue intentando mover la montaña de las prioridades nacionales puestas en las pulseadas constantes de oficialismo y oposición, y los buenos oficios del gobierno provincial hasta ahora no logran equilibrar fuerzas para al menos levantar el pie que frena las economías regionales.
Salvo el financiamiento para obra pública, que se anunció por miles de millones, hay una gran deuda del gobierno nacional con distintas jurisdicciones que requieren de una visión personalizada y un federalismo real para su desarrollo integral. Sin rumbo en la economía ni presupuesto que garantice los fondos prometidos a cada provincia, el 2022 será un año de gestión permanente de gobernadores e intendentes para lograr que los anuncios se conviertan en hechos y los recursos para obras fundamentales que se esperaban finalmente lleguen.
A nivel nacional ni oficialismo ni oposición estuvieron a la altura de lo que requería el país para reactivarse cuando ya amainaba la pandemia por la vacunación. Un núcleo centralista peleó su propia batalla por los espacios de poder y el reparto de mayorías y minorías en el Congreso, mientras alrededor los argentinos tuvieron que ser meros espectadores de prioridades que les eran ajenas y esperar a que el proceso pasara pronto para ver si habría tiempo para atender lo realmente importante.
El contexto no parece favorable, porque la máquina de impedir sigue siendo más fuerte que la de construir y no hay madurez política de ninguna de las partes para responder a lo que el país necesita. De no mediar casi un milagro, la grieta se seguirá comiendo los días en rencillas sin sentido y la proximidad del 2023 amenaza con seguir profundizando las pulseadas a costa de la relevancia que tiene en una realidad post pandémica apuntar a políticas de Estado consensuadas para que todos podamos salir adelante.
En la provincia la clase política vivió distintas etapas y no hay uniformidad en el camino que siguieron unos y otros. Ya desde el año pasado el trabajo del equipo sanitario se llevó el mayor logro y lo consolidó este año, con una gestión que hizo posible que el control de la pandemia y de los casos graves derivara en la rehabilitación de actividades del sector privado para empezar a recuperar parte de lo perdido. Pero no fue de la mano la obra pública para contribuir a esa reactivación, cuando desde el inicio de la gestión existían fondos sobrados para ponerla en marcha, terminar lo iniciado, planificar en los momentos más críticos, y ejecutar cuando llegó la hora de poner precisamente manos a las obras. Salud y Obras Públicas sin dudas son el contraste de los dos extremos de una gestión que, entre el Debe y el Haber podría calificarse de equilibrada, con capacidad para mantener la paz social aun en las épocas de peor crisis, avanzar en la recuperación del salario, en la discusión paritaria sin sobresaltos, consensuar con la oposición y cerrar el año con un acompañamiento unánime al presupuesto, además de sacar de carrera al principal rival interno en el Municipio de Ushuaia, con el acuerdo electoral que unificó la propuesta del Frente de Todos. Queda pendiente la solución de fondo para la OSEF, la obra social estatal que involucra más de 50 mil beneficiarios y esperan desde hace años que se resuelva una crisis sin fin.
En los municipios hubo una gestión prolija del intendente Martín Pérez desde el inicio y un diálogo político e institucional que no quedó cruzado por aspiraciones personales, como en Ushuaia. En Río Grande hay logros para mostrar y las aguas políticas están calmas, también dentro del Concejo Deliberante, dando espacio a la reconstrucción tan necesaria en una ciudad golpeada por los cuatro años del gobierno anterior y luego por la pandemia; sumando buenas perspectivas y señales que ya son visibles de crecimiento, además de una preocupación por sentar bases para el desarrollo por venir a partir de la prórroga del subrégimen.
Tolhuin comenzó a recomponerse luego de décadas sin que se conocieran anuncios de obras importantes y el municipio va transitando con éxito el camino hacia una ciudad en desarrollo, con regularización de tierras, instalación de servicios básicos, las expectativas de pavimentación de la bajada del lago, la recuperación de Las Termas para pensar en un nuevo desarrollo junto con la provincia, con la que también se mantiene un buen diálogo institucional que permite trabajar en conjunto.
Del otro lado de la cordillera el municipio de Ushuaia no logra abrirse al diálogo y, a regañadientes frenó la confrontación con el gobierno por razones electorales, pero encontró otros enemigos para combatir en la propia sociedad, cerrando un año con la pulseada sin sentido pero muy simbólica, por el nombre de la Casa de la Mujer. Un tema menor, si se quiere, en términos de lo que requiere la ciudad como políticas de Estado, pero con un costo político muy alto en función de la imposibilidad de ver que la ciudad va más allá de un sector político, y se debe gobernar para todos y con todos. Particularmente el intendente Walter Vuoto pasó de ser uno de los candidatos con posibilidades para la gobernación a la búsqueda de una herramienta que le permita al menos mantenerse otro período en el cargo, tras el malestar interno que arrastra desde la elección de autoridades, pasando por la derrota en las PASO, siendo presidente del justicialismo, y un triunfo relativo en las generales, que se lo dio la zona norte, porque en la capital fueguina los votos están tan divididos que habrá mucho trabajo por realizar para conseguir la ansiada re-reelección. La falta de transparencia de gestión es otro punto débil, el pobre desempeño del gabinete político para lograr conciliar en lugar de confrontar, fueron parte visible de una concepción de gestión casi sectaria, donde quien no piensa igual y nombra cuanto menos una vez por párrafo a los líderes políticos del kirchnerismo, no merece ser considerado, por buenas ideas y experiencia que pueda aportar.
La repercusión de este perfil de gestión tuvo su réplica sísmica en la Legislatura, con la ruptura de un bloque de cuatro legisladores con una excelente relación entre sí, pero no en su totalidad con el presidente del partido y sus decisiones. Esa buena relación parlamentaria podría permitir predecir una reunificación, pero si no hay un cambio desde la cúspide de la pirámide hacia abajo, será meramente formal y no auténticamente reflejo de unidad de criterios políticos. Como Poder, la Legislatura avanzó sin sobresaltos, sorpresas ni golpes bajos al cierre del año, como se vio en gestiones anteriores. Faltó consenso para un proyecto de desarrollo importante para la gestión como la empresa de hidrocarburos, pero hubo mucho acompañamiento en políticas esenciales para estar a la altura de las medidas que requería la pandemia, iniciativas de bloques que empujaron la toma de decisiones para ayudar al sector privado y un diálogo a pesar de las diferencias que no obstruye en general y permite avanzar.
La crítica más dura vino de la propia interna de la coalición de gobierno, que no necesitó de oposición al momento de que le marcaran sus puntos débiles, a partir de los señalamientos constantes del legislador Pablo Villegas, que constituyeron las principales llamadas de atención a la gestión del Ejecutivo.
En líneas generales el año cierra con una provincia en paz y no es poco decir luego de atravesar dos años de crisis sin precedente ni tiempo para prepararse, con una incertidumbre todavía latente porque la pandemia no deja de presentar nuevas variantes, pero la esperanza está vigente en función de la levedad de los casos, en tanto se continúe avanzando con la vacunación y los correspondientes refuerzos. En el camino quedaron muchos que ya no están y no se termina de cerrar el vacío de tantas pérdidas. En esa pérdida están también los efectos psicológicos de días circulares, de aislamiento físico y mental, al punto que cuesta todavía salir aunque la puerta ya esté abierta hace tiempo. Habrá que ir a la búsqueda del tiempo perdido, y llenar los vacíos que quedaron con nuevas experiencias, abrirse a la reinvención propia y comunitaria, porque ciertamente después de pérdidas afectivas, personales y colectivas, pérdidas económicas y sueños truncados de golpe a los que hubo que bajarle la persiana, queda empezar a reconstruir, cuando no somos los mismos y el futuro es más impredecible que nunca.
En el inicio de este nuevo año celebremos el porvenir de esperanza, que no es una utopía porque todo puede ser mejor si realmente nos lo proponemos y actuamos en consecuencia desde el lugar que cada uno ocupa; y también la memoria de los que se fueron y nos seguirán marcando el camino, por todo lo que brindaron en vida para la provincia y para sus familias.
¡Felices Fiestas!