“Un humilde obrero en la viña del Señor”: así se reconoció el Cardenal Ratzinger al ser electo como el Papa 265º. Pasará a la historia por su gran legado. Descansa ya en la Casa del Padre.
Ciudad de El Vaticano.- El papa Benedicto XVI pasará a la historia como un eminente doctor la Iglesia, porque iluminó “los grandes temas y preocupaciones del hombre de nuestro tiempo con palabras evangélicas que todos entienden”, y demostró “ser un hombre sabio, y al mismo tiempo humilde”: así lo manifestó en su momento el obispo de Córdoba (España), monseñor Demetrio Fernández, interpretando el sentir de muchos que hoy lloran al papa Ratzinger y agradecen su gran legado, señalando siempre a “Dios como norte y sentido de la vida del hombre”.
Fue un Papa “luminoso y sereno, apacible y firme”, según algunas de las notas de su personalidad que más destacan sus biógrafos. Teólogo y catequista excepcional, Benedicto XVI dio lo mejor de sí en el ejercicio de su magisterio, en admirable fidelidad creativa hacia el Magisterio de la Iglesia. Además, corroboró su magisterio no sólo con su indiscutible valía intelectual -propias de un auténtico sabio-, sino también con su talante personal y creyente, profundamente religioso, humano y humilde. De hecho, la humildad de Benedicto XVI sobresalió como una de sus grandes virtudes.
Benedicto XVI se destacó igualmente por su hondura y afabilidad humana, y por su indudable apacibilidad. Hombre de paz, de encuentro, de comunión, de diálogo, quienes lo trataron personalmente subrayaron siempre la suma delicadeza de su trato, su capacidad de escucha y cómo manifestaba el don de la acogida.
Enseñó que la fe y la razón van de la mano, ensanchando el horizonte de la razón para no caer en fanatismos irracionales, y abriendo el horizonte de la fe para no asfixiar al hombre en visiones materialistas y hedonistas. Asimismo, promovió la disciplina de la Iglesia para que sea santa sobre todo en sus sacerdotes.
Joseph Ratzinger impulsó la nueva evangelización, insistiendo en que confiemos en los jóvenes: «La Iglesia está viva, la Iglesia es joven, la Iglesia lleva en su seno a Jesucristo, el futuro de la humanidad», exclamó en el inicio de su pontificado. Cuidó la liturgia con delicadeza benedictina y enseñó a celebrar los misterios sagrados con espíritu de adoración. Papa firme en tiempos de turbulencias, mantuvo firme el pulso y el ritmo de la nave de Pedro. En medio de tantas “noches oscuras” fue testigo de luz y de esperanza.
En todos los cargos y servicios en los que estuvo, custodió, defendió y difundió la fe de la Iglesia, con su sabiduría, con sus fuerzas, con su apacible firmeza y su conciencia de la responsabilidad.
Su vida
Joseph Ratzinger nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (sábado santo), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la gendarmería, provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera, de condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de unos artesanos de Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó de cocinera en varios hoteles.
El futuro Papa pasó su infancia y su adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese marco, que él mismo ha definido como «mozartiano», recibió su formación cristiana, humana y cultural.
El período de su juventud no fue fácil. La fe y la educación de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de esos tiempos, en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica. El joven Joseph llegó a ver cómo los nazis golpeaban al párroco del lugar antes de la celebración de la santa misa. Y, en los últimos meses de la segunda guerra mundial, fue enrolado en los servicios auxiliares antiaéreos.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela superior de Filosofía y Teología de Freising y en la universidad de Munich.
Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951. Un año después, inició su actividad de profesor en la Escuela superior de Freising. En el año 1953, se doctoró en teología con la tesis: «Pueblo y casa de Dios en la doctrina sobre la Iglesia de san Agustín».
Cuatro años más tarde, bajo la dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza, con una disertación sobre: «La teología de la historia de san Buenaventura».
Tras ejercer el cargo de profesor de teología dogmática y fundamental en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising, prosiguió su actividad de enseñanza en Bonn, de 1959 a 1963; en Münster, de 1963 a 1966; y en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de dogmática e historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo de vicepresidente de la Universidad.
De 1962 a 1965 brindó notables contribuciones al concilio Vaticano II como «experto», en su calidad de consultor teológico del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia. Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia episcopal alemana y en la Comisión teológica internacional.
En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes teólogos, inició la revista de teología «Communio».
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo siguiente recibió la consagración episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la gran arquidiócesis bávara. Escogió como lema episcopal: «Colaborador de la verdad». Él mismo explicó: «Por un lado, me parecía que esa era la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. A pesar de los diferentes modos de cada actividad, lo que estaba y seguía estando en juego era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí ese lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad se omite casi totalmente, pues parece algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, todo se desmorona si falta la verdad».
Pablo VI lo creó cardenal en el consistorio del 27 de junio de ese mismo año.
En 1978 participó en el cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual lo nombró enviado especial suyo al IIIº Congreso Mariológico Internacional, celebrado en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de octubre de ese mismo año, participó también en el cónclave que eligió a Juan Pablo II.
Actuó de relator en la Vª Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, celebrada en 1980, que trató sobre el tema «Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo», y fue presidente delegado de la VIª Asamblea General Ordinaria, celebrada en 1983, sobre «La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia».
Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982, renunció al gobierno pastoral de la arquidiócesis de Munich y Freising. El Papa lo elevó, como cardenal, al orden de los obispos, asignándole la sede suburbicaria de Velletri-Segni, el 5 de abril de 1993.
Fue además, presidente de la comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo (1986-1992), presentó al Santo Padre el nuevo Catecismo.
El Papa San Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección del cardenal Ratzinger como vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por los cardenales del orden de los obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó su elección como decano; con dicho cargo le fue asignada, además, la sede suburbicaria de Ostia.
Desde el 13 de noviembre de 2000 era también académico honorario de la Academia Pontificia de Ciencias.
En la Curia romana, fue miembro del Consejo de la Secretaría de Estado para las Relaciones con los Estados; de las Congregaciones para las Iglesias orientales, para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para los obispos, para la evangelización de los pueblos, para la educación católica, para el clero y para las causas de los santos; de los Consejos pontificios para la promoción de la unidad de los cristianos y para la cultura; del Tribunal supremo de la Signatura apostólica; y de las Comisiones pontificias para América Latina «Ecclesia Dei», para la interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico y para la revisión del Código de Derecho Canónico Oriental.
Entre sus numerosas publicaciones, ocupa un lugar destacado el libro: «Introducción al Cristianismo», recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968, sobre la profesión de fe apostólica; y también «Dogma y revelación» (1973), antología de ensayos, predicaciones y reflexiones, dedicadas a la pastoral.
Obtuvo, asimismo, gran resonancia el discurso que pronunció ante la Academia católica bávara sobre el tema «¿Por qué sigo aún en la Iglesia?», en el que, con su habitual claridad, afirmó: «Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano, y no al lado de la Iglesia».
La serie de sus publicaciones prosiguió abundantemente en el decurso de los años, constituyendo un punto de referencia para muchas personas, especialmente para los que querían profundizar en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista «Informe sobre la fe» y, en 1996, «La sal de la tierra». Además, con ocasión de su 70° cumpleaños, se publicó el libro «En la escuela de la verdad», en el que varios autores ilustran diversos aspectos de su personalidad y su obra.
Recibió numerosos doctorados «honoris causa»: por el College of St. Thomas in St. Paul (Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad católica de Eichstätt, en 1985; por la Universidad católica de Lima, en 1986; por la Universidad católica de Lublin, en 1988; por la Universidad de Navarra (Pamplona, España), en 1998; por la Libre Universidad María Santísima Asunta (LUMSA) de Roma, en 1999; por la Facultad de teología de la Universidad de Wroclaw (Polonia), en 2000.
Fue elegido Papa el 19 de abril de 2005 como sucesor de Juan Pablo II, convirtiéndose en el pontífice número 265, para lo cual escogió el nombre de Benedicto XVI.+
Fuente: AICA.