El INTA Ushuaia, Tierra del Fuego, junto con productores e instituciones provinciales y regionales lleva adelante un proyecto de formación y producción de gírgolas y shiitake sobre residuos provenientes de la actividad forestal. Estas especies ofrecen importantes beneficios nutricionales, la posibilidad de obtener alimentos frescos durante todo el año y tienen un importante atractivo gastronómico.
Ushuaia.- Debido a que la actividad del sector frutihortícola tradicional de Tierra del Fuego es estacional, condicionada por el clima, la falta de luz y el frío, el INTA trabaja hace cinco años en el impulso a la producción comercial de hongos. Se trata de una alternativa que da continuidad a los cultivos a lo largo de todo el año, aprovecha los residuos de la actividad forestal como sustrato y amplía la oferta gastronómica de la provincia.
Para este proyecto, el Instituto trabaja en conjunto con productores y emprendedores fueguinos, la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, la Secretaría de Desarrollo Productivo y Pyme de la provincia y el Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP). La articulación tiene que ver con la construcción de conocimiento constante en vista a la expansión de esta cadena productiva.
“Gírgola y shiitake son las dos especies que más se cultivan en la isla, muy apreciados por la gastronomía”, explicó Fabian Boyeras, especialista del INTA Ushuaia -Tierra del Fuego-. Y agregó que “tienen propiedades muy recomendables, son antitumorales, anticancerígenos, antioxidantes, tienen todos los aminoácidos esenciales, altos valores proteicos, son moduladores del sistema inmune, entre los beneficios”.
Debido a que los residuos de la industria forestal abundan en la región en forma de viruta o aserrín de lenga, madera nativa de la isla, esto se convirtió en el sustrato ideal para la producción de gírgolas y shiitake, a los cuales les gusta crecer en la madera, comentó el especialista. Además, este sustrato permite abaratar costos para su producción.
“Es un cultivo que se puede hacer durante todo el año en interior, y eso es muy bien recibido por la comunidad y el sector gastronómico ya que se trata de un producto fresco a disposición”, sostuvo Boyeras; y agregó que “la otra gran ventaja es el ciclo corto de cultivo, desde la siembra hasta la primera cosecha solo transcurren 30 días en el caso de gírgola, por lo que la producción de la bolsa de cultivo se agota a los dos meses”. En este sentido, destacó que “esto alentó el comienzo de las experiencias a nivel comercial”.
A diferencia de la producción tradicional de frutas y verduras, los hongos no realizan fotosíntesis y solo requieren una luz mínima para inducir la fructificación; por lo que una lámpara común es capaz de promover la aparición de los hongos, explicó el técnico.
De esta manera, la producción se vuelve accesible si existe la capacidad de regular las variables de cultivo en cámaras o módulos, esto es luz, temperatura, humedad y renovación del aire.
Además, “la etapa de incubación, cuando el hongo coloniza el sustrato, requiere de una temperatura ambiente de entre 20° y 25° y la de fructificación, que es la que más espacio demanda, en torno a los 15°; esto es muy beneficioso debido a que en la isla el frío abunda y no es costoso alcanzar esa temperatura”, explicó Boyeras.
El INTA trabaja para que este proyecto se consolide desde el punto de vista productivo; hoy existen dos productores de hongos en Río Grande y Ushuaia. “Queremos que el producto esté cerca de la gente, el eje estratégico de todo esto es la soberanía alimentaria”, destacó el especialista.
Y agregó: “Vemos la necesidad de construir soberanía territorial a partir en la soberanía alimentaria y tecnológica. La lógica del proyecto es generar capacidades locales, identidad y conocimiento”.
“Hace cinco años trabajamos en la experimentación y extensión; a partir de la obtención de resultados empezamos con los cursos introductorios para la producción de hongos”, recordó Boyeras.
En la actualidad, el INTA realiza distintas experiencias de producción, indaga sobre la suplementación necesarias para el sustrato, prueba distintas especies de hongos, comestibles y medicinales, y distintas cepas dentro de estos. “El desafío dentro de la investigación es que la innovación llegue a los productores; concebimos el conocimiento como una construcción, para lo que es imprescindible el trabajo conjunto”, remarcó Boyeras.