Nicolás Cristal Isak Pinto tenía 15 años cuando el 2 de marzo de 2021 decidió ponerle fin a su vida como consecuencia de los abusos, la violencia psicológica y la transfobia que sufría. Darcy, su mamá, está a la espera que la Justicia avance en una nueva causa contra su ex pareja, padre de su hijo de 8, a quien responsabiliza del suicidio de su primogénito. Sin embargo, el debate contra G.V. es por las amenazas de muerte contra su ex suegro o la violencia contra ella.
Río Grande.- Nicolás Cristal Isak Pinto tenía 15 años cuando el 2 de marzo de 2021 decidió ponerle fin a su vida como consecuencia de los abusos, la violencia psicológica y la transfobia que sufría. Organizaciones y familiares de Nicolás aseguran que las circunstancias que rodean estas muertes -aparentemente voluntarias- permiten recalificar estos hechos como «asesinato social» de varones trans, un fenómeno que recobró visibilidad luego de que dos adolescentes que sufrían bullyng se arrojaran de un balcón en Barcelona, lo que provocó la muerte de Alana (que según su abuelo argentino quería ser mencionado como Iván). «A los 17 quedé embarazada de Nicolás y egresé con él todavía en mi panza», recuerda Darcy M., su mamá, en diálogo con Télam sobre esa muerte denunciada como suicidio instigado. Darcy está a la espera que el Tribunal de Río Grande fije fecha para el juicio contra su expareja, padre de su hijo de 8 y la persona a la que responsabiliza del suicidio de su primogénito Sin embargo, el debate oral por comenzar contra G.V. no es por el abuso sexual de su hijastro Nicolás o de su hijo biológico, ni por las amenazas de muerte contra su exsuegro o la violencia sistemática contra ella -hechos denunciados ante la justicia-, sino por las «lesiones agravadas por el vínculo» que le provocó un día de 2017 cuando la arrastró con su camioneta en marcha mientras retenía sus muñecas atrapadas con el sistema de levantavidrios, una de las dos causas que permanecen abiertas. Violencia de género Darcy recuerda que Nicolás tenía apenas 2 años cuando le dijo «soy un nene» y que ya no quería que lo llamaran en femenino o por su nombre de pila sino por su segundo nombre, el más neutro «Cristal». La madre cuenta que el chico crecía feliz en el respeto de su identidad autopercibida, cuando, a los 7 años, se incorporó a la convivencia familiar el que ella señala como el verdugo de todos. «Justo a mí me hacen un cambio de horario en la fábrica, así que lo veía re poco. Y entonces Nicolás se convirtió en otra persona: estaba muy decaído, de repente se puso introvertido, pedía perdón por todo y quería usar ropa grande que le tapara todo el cuerpo», contó Darcy. «Pedí cambio de horario en mi trabajo pero no me lo dieron, así que procuré organizar actividades para hacer juntos los fines de semana, pero seguía decayendo y ahí lo diagnosticaron con depresión», agregó. La mujer contó que no pudo identificar esos cambios en Nicolás como síntomas de una violencia que no se desarrollaba en su presencia. Es más, Darcy tampoco tenía consciencia de que los constantes malos tratos que recibía la hacían una víctima de violencia de género. «A mí el que me abre los ojos es Nicolás a los 10 años, cuando me hace una encuesta que le habían dado en la escuela para detectar víctimas y yo cumplía con todo. Ahí entendí que el problema no era yo, como me hacía creer mi expareja», contó. «Yo quería separarme pero no sabía cómo sacarlo de la casa», evoca y dice que tampoco se animaba a denunciarlo porque él siempre le decía: «Antes de que llames a la policía, tengo tiempo de matarte». El primer indicio de que el infierno no terminaba lo tuvo a los pocos días, con el episodio de la camioneta que implicó el riesgo cierto de morir aplastada. Como la restricción de acercamiento fue dictada solo en relación a Darcy, el agresor consiguió un régimen de visitas con su hijo, que también comenzó a evidenciar signos de abuso, fue víctima de revinculaciones forzadas y llegó a estar secuestrado cinco días por su progenitor. Torturas y abusos «Nicolás vivió todo eso y ahí empieza con ataques de pánico, a desarrollar fobia social, a querer morirse. La psicóloga pide medidas de seguridad y mi hijo declara por primera y única vez ante la Subsecretaría de Derechos de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, donde relata (en mi ausencia) las torturas que vivía. A mí lo único que logró decirme fue que ‘lo ahogaba’ y no quiso contarme nada más», dijo. Sin embargo, todo lo que no pudo contarle su hijo, Darcy pudo reconstruirlo a través de los cuadernos que dejó escritos, donde las torturas, los abusos, la transfobia y la autoría de esos hechos está plasmada en textos y dibujos. Para Darcy, esos dibujos y escritos «son prueba también del carácter correctivo de los abusos», porque allí queda expuesto el odio a la identidad de género que impulsaba al agresor y del que ella se había anoticiado ya en situaciones cotidianas. «En uno el mismo se dibuja llorando con lágrimas de los colores de la bandera trans, mientras recibe gritos de esta persona», contó. Justo el día en que Nicolás decidió poner fin a su vida, su mamá había sido convocada al juzgado para notificarla que estaba elevada a juicio la causa «donde lo responsabilizan (a G.V.) del diagnóstico psicológico de Nicolás». El expediente fue archivado al conocerse la muerte del adolescente. Espera justicia Ahora, Darcy espera que haya justicia por el suicidio de su hijo a partir de una nueva instrucción abierta contra el agresor, en la que pidió que se periten los cuadernos de Nicolás y sean tomados como prueba testimonial. «Lo que se le atribuye en la denuncia es la responsabilidad del suicidio de Nicolás, porque fue durante varios años abusado por esta persona sin poder contarlo porque estaba amenazado y ese sometimiento, que tenía características de correctivo, lo llevó a suicidarse», dijo su abogada Adriana Varisco. La letrada explicó que el caso podría adquirir relevancia jurisprudencial porque «es la primera vez que en la provincia se investiga un abuso después del suicidio de la víctima».
Fuente: Télam.