Seis familias habitarán la Antártida argentina durante este año. Fueron recibidas con vítores, abrazos y besos por el personal allí desplegado, algunos de los cuales son parejas y padres de los recién llegados, quienes celebraron emocionados la reunificación con sus seres queridos y el tiempo que los tendrá juntos.
Río Grande.- Seis familias que habitarán la Antártida argentina durante este año arribaron esta semana a la base Esperanza, donde fueron recibidas con vítores, abrazos y besos por el personal allí desplegado, algunos de los cuales son parejas y padres de los recién llegados, quienes celebraron emocionados la reunificación con sus seres queridos y el tiempo que tendrán juntos.
El espacio fue inaugurado en 1952 por el general Edgar Leal con la premisa de construir un poblado habitado por familias que consolidara los derechos soberanos de Argentina sobre su territorio antártico. Es por ello que, a diferencia de otras bases construidas con edificios habitables comunes para todo el personal, en esta base hay un caserío con una vivienda independiente para cada miembro de la dotación que es acompañado por su familia. Además se levanta la emisora LRA 36 ‘Arcangel San Gabriel’, de Radio Nacional; la Escuela N° 38 ‘Raúl Alfonsín’, que depende de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur; una oficina postal, un museo y una capilla, entre otros servicios propios de una urbanización.
“Esta base es concebida en el marco del plan antártico que el coronel Hernán Pujato le presentó al presidente Juan Domingo Perón para consolidar la proyección argentina sobre la Antártida y afianzar nuestra reivindicación de bicontinentalidad”, señaló el teniente coronel Gustavo Cordero Scándolo, otro de los integrantes de la dotación que el lunes recibió a su familia para vivir con ella durante este año.
En la actual Campaña Antártica de Verano, cinco familias fueron seleccionadas de entre las que se presentaron como voluntarias ante el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar). Y la sexta familia es la de los docentes de la escuela, que resultaron escogidos en un concurso de cargo orientado a parejas de docentes, el cual fue llevado a cabo por el Ministerio fueguino de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.
“Ese plan -añadió Pujato- tenía cinco puntos básicos: crear el Instituto Antártico Argentino, crear bases operativas al sur del paralelo 60, conseguir un lugar adecuado para instalar familias, disponer de un rompehielos para avanzar hacia la Antártida profunda y ejecutar una expedición terrestre al Polo Sur”.
“Para el punto referido a la instalación de familias en nuestro territorio antártico se seleccionó como ubicación del emplazamiento la Bahía Esperanza, que es el lugar en el que se habían instalado algunos de los náufragos de la expedición antártica sueca que fueron rescatados por la corbeta ‘Uruguay’ al mando de Julián Irízar en 1903; allí se había colocado un destacamento naval de la Armada Argentina y se llegó a la conclusión de que este entorno reunía las características geográficas, climáticas y meteorológicas convenientes para construir lo que se bautizó en ese momento como ‘Fortín Sargento Cabral’, que es el núcleo de viviendas que hoy conocemos como Base Esperanza”, detalló el militar.
Proceso de selección
“Para todos los antárticos -continuó-, el primer objetivo que nos proponemos es ser seleccionados para invernar en alguna base antártica porque es muy difícil cumplir con todos los requisitos físicos y psicológicos que implican venir un año a la Antártida. Hay que estar dispuestos a convivir y compartir todo con otras personas durante un largo período de tiempo y el esfuerzo de la convivencia se hace (algo) permanente”.
“Si somos seleccionados y pasamos bien el curso que debemos hacer a lo largo de todo el año previo, seremos desplegados en alguna base. Y si durante ese año hicimos las cosas bien, a nuestro regreso (al continente) el comandante antártico nos entrega la aptitud especial con la que nos consideramos realmente ‘antárticos’”, consideró.
Preparación psicológica
Cordero Scándolo comentó que «todos los miembros de cada familia (seleccionada) hacen una preparación psicológica previa, especialmente los niños. Este año se retrasó el despliegue de las familias casi un mes, desde principios de marzo hasta principios de abril, por varios motivos logísticos y obras que debíamos completar, como el nuevo laboratorio multidisciplinario de la base y el proyecto de hidroponia».
“Debido a ese retraso registramos algún bajón en el estado de ánimo de los chicos que veían como sus compañeritos arrancaban las clases y ellos empezaban de manera virtual. Ese entusiasmo que tenían en diciembre y enero, cuando terminaban sus preparativos para el viaje, mermaba en algunos casos con el paso del tiempo. Por eso fueron fundamentales nuestras parejas porque durante ese período acompañaban a los niños y los contuvieron hasta que pudimos encontrarnos todos de nuevo en Esperanza, donde seguro van a entablar fuertes amistades”, añadió para finalizar.
Fuente y fotos: Agencia Télam.