Por Enrique Schoua (*)
El 6 de septiembre de 1930, la asonada de Uriburu, fue el inicio del derrumbe económico, institucional, y social de nuestro país. En poco tiempo dejamos de ser una república democrática, para dar paso a sucesivas generaciones de militares y políticos que con honrosas excepciones pugnaban por tomar el poder con fines inconfesables. Uno tras otro, década tras década, cada gobierno que asumía el poder, le enrostraba al pueblo la herencia que había recibido del gobierno anterior, así haya durado un año o a veces menos, así haya sido militar o no.
Una y otra vez hemos escuchado la eterna letanía: Había que hacer un sacrificio, para llegar corregir la situación y así llegar a ser el País que nos merecemos. Y todo el mundo a ajustarse el cinturón y soportar la crisis, que iba a ser la última.
Y así generación tras generación fue heredando de la anterior, una crisis tras otra. Un golpe tras otro. Se tornó imposible hacer pie en un escenario, que lejos de ser el que se nos prometía, parecía extraído de una película de terror: Un inhóspito y monstruoso paisaje en el que cada vez fue más difícil sobrevivir. Inflación, guerrilla urbana, Tacuara, las 3 A, ERP, GRN, FAR, Montoneros, más inflación, más desempleo, más gobiernos de facto. Y más deuda externa y más inflación y más desempleo. Y la guerra de Malvinas.
Hasta que en 1983 se recuperó la democracia, y el sistema republicano y creímos que era la salida. Pero no alcanzó. Se había perdido la noción de ciudadanía. Ser ciudadano significa participar activamente en la vida social, política y económica de la comunidad a la que pertenecemos. Y así aportar ideas, promover y apoyar cambios, mejoras y expresar opiniones con libertad y respeto. Pero lejos de esto, creímos que votando cada dos años se resolvía todo. Y vimos que no. Si bien la república y la democracia aunque debilitadas sobrevivieron, la inflación continuó, el desempleo aumentó, la corrupción se generalizó. Si bien hubo altibajos, el promedio siguió dando una pendiente negativa. Seguíamos en caída libre desde 1930. Seguíamos trasladándole a la generación siguiente, inflación, desempleo, déficit fiscal, devaluación de nuestra moneda, deuda externa, de la que ya ni sabíamos como ni cuando se había originado. Y la culpa era siempre del gobierno anterior, y para el pueblo… lo que es del pueblo: Esfuerzo y sacrificio para bancar la herencia recibida. Esfuerzo y sacrificio para lograr construir el país que nos merecemos escuchamos siempre. Pero entonces debemos preguntarnos:
Nos merecemos algo mejor? O lo que hoy tenemos es lo que nos merecemos? Qué hicimos para merecer algo mejor?!?
Por acción o por omisión, la debacle la hicimos entretodos.
- Entre todos los que apoyaban gobiernos de facto.
- Entre todos los que no entienden que robarle al Es-
tado es robarnos a todos.
- Entre todos los que creen que votando cada dos años ya cumplieron.
- Entre todos los que cuando ven actos de corrupción ya ni se asombran pero tampoco se indignan.
- Entre todos Los que decían; Yo? No me meto. Yo? Argentino.
- Entre todos los que aceptan callados que los gobiernos de turno acomoden ñoquis y funcionarios inútiles.
- Entre todos los que aceptan la consabida consigna: “Roban pero hacen”.
- Entre todos los que lejos de hacer autocrítica sostienen que la culpa es de otros.
- Entre todos los que ensanchan la grieta, y contribuyen a que se convierta en abismo.
- Entre todos los que advierten callados, que no hay planes serios para salir de la crisis, en la que nos encontramos hace ya
- 90 años?…. 70 años?, 50 años? Acaso importa ya cuantos años, y de quien es la culpa?
Planes para salir de la pendiente negativa no se gestan, ni de la mano de los gobiernos de turno ni de la oposición.
Planes para diseñar una política de Estado, que nos permita dar continuidad a una política de crecimiento, dedesarrollo tecnológico y de utilización racional de nuestros abundantes recursos naturales, no se ven.
Los únicos planes de los que tenemos memoria que aparecieron, son los diseñados para que un sector importante de la población, sea obligado a mendigar la ayuda del Estado. Un sector que es cada vez mayor, desprotegido totalmente, e incapaz de percibir el destino que ha sido urdido y reservado para ellos: Continuar sobreviviendo gracias a la voluntad discrecional del gobierno de turno, pero sin la menor perspectiva de salir de ese estatus, sino que condenados de por vida.
Se los llama peyorativamente “Los Planeros” y se los descalifica como si tuvieran culpa de algo. Pero son las verdaderas víctimas indefensas de la falta de políticas activas para librarlos de esta situación. No hay planes para eliminar los planes y transformarlos en asalariados o emprendedores que se puedan ganar el sustento con dignidad. Solo hay planes para seguir con los planes, los que son útiles a la hora de aportar votos cada dos años.
Es imperativo sumar voluntades, más allá de colores políticos, de modo de plantear ante quienes circunstancialmente detentan el poder y también ante quienes la ciudadanía le ha asignado el rol de ser oposición, la necesidad de deponer posiciones irreductibles en pos de acordar de una vez por todas las políticas de Estado necesarias para el desarrollo de nuestro país. Y así confeccionar un Plan de corto, mediano y largo plazo con sus correspondientes indicadores de avance, para ir saliendo de esta lamentable situación, que de no resolverse a tiempo, nos llevará irremediablemente a la disolución nacional.
Solo de esta forma evitaremos que el futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos, quede inmerso inexorablemente en un escenario en el que será difícil sino imposible sobrevivir con dignidad.
(*) El ingeniero Enrique Schoua es afiliado a la Unión Cívica Radical y pionero de la Industria Electrónica de Tierra del Fuego.