Por Federico G. Rayes (*)
El pasado domingo 19 el electorado argentino produjo una certeza: la fórmula Milei-Villaruel será la encargada de conducir el Poder Ejecutivo por los próximos 4 años. En términos de la política económica una mirada superficial rememora grotescamente dos períodos liberales del consciente colectivo: los años de Martínez de Hoz (1976-81) y los de Cavallo (1991-1996).
El Proceso
Haciendo un esfuerzo para correr del análisis el componente de caos político y social de aquellos años, en el ambiente de las ideas económicas de entonces, los modelos estatizantes de la economía de bienestar, sostenidos en los principios keynesianos que se habían mostrado en auge durante cinco décadas encontraban su agotamiento político global en economías estancadas e inflacionarias. Estructuras políticas, económicas y sociales iniciaban un cambio de época con la implementación de las ideas económicas del monetarismo de la escuela de Chicago. El programa aplicado en Argentina seguía la tendencia del momento, propiciando desestatización, desregulación, estabilización y apertura de los mercados. Se buscó el saneamiento y sinceramiento de la economía en un contexto hiperinflacionario con una tasa mensual de precios mayoristas del 54% (marzo-76). La puja distributiva había distorsionado por completo los precios relativos, donde en el período 75-76 los salarios habían perdido un tercio del poder adquisitivo. No había reservas de libre disponibilidad por lo que no se podían pagar importaciones y se incurría en una virtual cesación de pagos internacionales, ya sin acceso a líneas de crédito. El propio Martínez de Hoz terminaría reconociendo que su agenda de estabilización falló al sufrir conjuntamente shocks externos, sumado a una gran desconfianza interna, concluyendo su programa con una crisis bancaria en 1980 y una devaluación en febrero de ese año.
A grandes rasgos, si bien parece haber muchas similitudes en las políticas a aplicar, el contexto es otro. Hoy el mundo se ha corrido del eje central de las políticas keynesianas, aunque ha revivido el regulacionismo en un concierto donde el mainstream ideológico sintetiza con el monetarismo y otras vertientes. No hace falta más que mirar a un país vecino para notar que se puede crecer sin inflación. A diferencia de aquel entonces, las tasas de interés internacionales, si bien luego de la explosiva alza post pandemia; están iniciando un camino de descenso que augura un abaratamiento del financiamiento internacional y un respiro para economías emergentes. Finalmente, los argentinos habiendo atravesado ya varios procesos de hiperinflación, sabemos que no queremos volver a atravesar uno, y somos más tolerantes a decisiones más determinantes de política económica (o eso está por verse).
Pizza y champagne
Depende donde estuvo parado cada uno, algunos recordarán estos años con situaciones de crisis personales por pérdida de empleo y pymes cerradas. Otros traerán reminiscencias de viajes al exterior, la compra de su casa o su primer auto. Lo cierto es que pocos recuerdan que los famosos ’90s de Menem iniciaron en julio de 1989 con una asunción temprana y un contexto de hiperinflación heredada de los años radicales, que le costó al riojano tres ministros de economía (Roig, Rapanelli y Erman González) previo a la designación de Domingo Cavallo frente a esa cartera y de la implementación de la renombrada convertibilidad en abril de 1991. El plan de estabilización esta vez fue (muy) exitoso como así también popular. Los costos del nuevo régimen fueron entre otros la desindustrialización, el aumento de la deuda y la brecha de desigualdad social. Muchos atribuyen estas falencias a las rigideces de la caja de conversión y al hecho de que iniciara con un tipo de cambio real muy elevado. Lo cierto es que la primera crisis llegó en 1995 con la depreciación del Real y el golpe de gracia sería a partir de 1998 con la crisis del Rublo y otra devaluación del Brasil. El análisis detallado pone en relevancia la imposibilidad política de reducir los déficits fiscales y de cuenta corriente de un gobierno popular, que son los que en definitiva hicieron estallar el modelo que, entre otras razones, le costaría la presidencia a de la Rúa.
El plan aplicado en términos generales, las privatizaciones, el contexto internacional post plan Brady y el ensayo del Consenso de Washington; todo llama a una similitud con el nuevo escenario nacional. Sin embargo, cabe mencionar, por aquel entonces las privatizaciones fueron mal utilizadas como una política del programa macroeconómico, constituyéndose una caja de financiamiento donde por el otro lado la sangría de cuenta corriente y el déficit fiscal no eran debidamente contenidos. Adicionalmente cuando el contexto cambió, no se contó con la flexibilidad para la adaptación de la macroeconomía. Finalmente, amparado en su integridad, Cavallo renunciaría en 1996 tras denunciar hechos de corrupción en el gobierno.
Presidente libertario
Hoy no hay dominancia en el contexto mundial de las ideas económicas, la crisis de las hipotecas en 2008-9 y el golpe de gracia de la pandemia parece haber puesto en jaque al mainstream de la teoría económica. Por otro lado, la geopolítica convulsionada llama a los nacionalismos a definir bandera en un contexto donde las categorías son mucho más complejas que las de “libre mercado o socialismo” de hace dos décadas. Al mismo tiempo una Argentina ‘poco relevante’ económicamente para el mundo parece un botín apetecible, pero que puede esperar mientras las principales potencias se preparan para una guerra comercial, política, económica y social de magnitudes extraordinarias. Aún así, con una pobreza del 42% (en el mejor de los casos), una inflación anual acumulada del 143%, una tasa de interés de referencia del 133% y un descalabro fiscal y monetario de magnitudes épicas; la economía argentina no está en hiperinflación como si llegara en los dos ejemplos anteriores. Las reformas estructurales y el ajuste del gasto público han sido popularmente votados por más de 14 millones de ciudadanos; con el objeto de que sean aplicados por un gobierno republicano encabezado por un economista austríaco dispuesto a seguir a rajatabla la disciplina fiscal, a fortalecer las instituciones y a buscar un plan de estabilización monetaria que tenga la flexibilidad para adaptarse a los contextos internacionales; siempre y cuando se priorice un cambio flexible, hasta tanto se implemente una competencia de monedas por sobre la rigidez de un curso forzoso.
Hoy, una Argentina a la deriva no va a tener ayuda de nadie (de naides, Mendieta). Sólo queda la opción de la buena administración y ser conscientes de que, si fallamos, nos devoran los de afuera.
(*) Fueguino. Director de la consultora @ecotono.ec y profesor de economía en la UNTDF.
21 de noviembre de 2023