En el año del décimo aniversario del inicio de sus colaboraciones con la Antártida, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) instalará un cuarto sistema fotovoltaico en ese continente. Será en la Isla Vega, para alimentar con la energía renovable y limpia del sol un refugio que se utiliza para hacer estudios de glaciología. Mientras tanto, continúan en funcionamiento los sistemas que se pusieron en Carlini y Marambio y en el refugio Elefante.
Río Grande.- La CNEA inició su colaboración con el territorio antártico en 2014. Puso en funcionamiento sistemas fotovoltaicos en las bases Carlini y Marambio y en el Refugio Elefante. Próximamente sumará otro más en la Isla Vega, con el fin de alimentar con la energía limpia y renovable del sol a un refugio que se usa para estudiar glaciares.
En el año del décimo aniversario del inicio de sus colaboraciones con la Antártida, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) instalará un cuarto sistema fotovoltaico en ese continente. Será en la Isla Vega, para alimentar con la energía renovable y limpia del sol un refugio que se utiliza para hacer estudios de glaciología. Mientras tanto, continúan en funcionamiento los sistemas que se pusieron en las bases Carlini y Marambio y en el refugio Elefante.
El Departamento de Energía Solar de la CNEA instaló el primer sistema en la Base Marambio en diciembre de 2014, a través de un convenio con la Fuerza Aérea. Desde 2019, contribuye con la Dirección Nacional del Antártico, con el objetivo de dotar de energía solar a más instalaciones argentinas en el continente blanco. En 2020 sumó otro sistema en el refugio Elefante, dedicado a la observación de fauna y, el año pasado, uno más en la Base Carlini. Estos sistemas permiten ahorrar combustibles de origen fósil y evitan la emisión de gases de efecto invernadero.
A fin de este mes, se colocará la cuarta instalación fotovoltaica en un refugio de la Isla Vega, ubicado a 60 kilómetros de la Base Marambio y en las cercanías del glaciar Bahía del Diablo. Será un sistema “aislado”, es decir que además de los paneles solares habrá baterías para almacenar la energía. De esta manera, podrá ser utilizada cuando el recurso solar sea escaso.
El refugio de Isla Vega es utilizado por la dotación científica de la Antártida Argentina para realizar estudios de glaciología. El sistema fotovoltaico permitirá evitar el uso del generador diésel.
Mientras tanto, cumple un año la instalación conectada a la red de baja tensión en la base científica Carlini. Desde su puesta en marcha, en enero de 2023, este sistema fotovoltaico de 2,32 kW aportó una energía de 1150 kWh.
Por otra parte, en diciembre de este año va a cumplir una década de servicio continuo el sistema instalado en la Base Marambio, que fue el primero en el territorio antártico argentino. Cuenta con ocho paneles fotovoltaicos de silicio que están montados en el techo de la terminal de pasajeros. Entre todos suman 1,92 kW de potencia y se encuentran interconectados a la red eléctrica.
En su primer año de servicio, esta instalación inyectó 1740 kWh, un 51% más que la de la base Carlini, a pesar de que esta última tiene mayor potencia. El motivo es que, por cuestiones meteorológicas, el recurso solar es mayor en Marambio.
La otra instalación fotovoltaica en la Antártida Argentina es la del Refugio Elefante, que fue montada en 2020 en las inmediaciones de la base Carlini. Tiene cuatro paneles con una potencia total de 1 kW y almacenamiento en baterías de litio.
El Refugio Elefante es una base de observación de fauna que opera entre septiembre y marzo. En invierno no se la utiliza porque queda bajo 2,5 metros de nieve. Antes, para poder contar con energía eléctrica había que llevar un generador diésel y el combustible. Actualmente no solo que eso ya no es necesario, sino que, al haber eliminado el ruido del generador, el refugio se rodeó de pingüinos y se puede avistar más fauna.
Las instalaciones en la Antártida forman, desde 2024, parte de un proyecto de inversión pública (BAPIN). “Esperamos que durante la ejecución de este proyecto se continúe aumentando el uso de fuentes de energía renovables en las bases antárticas, disminuyendo así la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera. Además, tener instalaciones solares en regiones polares nos permite conocer cuál es la eficiencia de los paneles solares que trabajan a bajas temperaturas, entre otros datos científicos”, expresó Hernán Socolovsky, jefe del Departamento de Energía Solar de la CNEA.