Con el nuevo proyecto en la Legislatura que reconsidera la salmonicultura tras la prohibición en 2022, FINNOVA consultó a diversos actores y expertos. El empresario turístico Esteban Abolsky, el biólogo Adrián Schiavini y el científico Luciano Selzer compartieron sus posturas sobre esta polémica.
Río Grande.- En primer lugar, Abolsky manifestó sus consideraciones sobre la piscicultura en general: “Creo que es una actividad totalmente viable, en la medida que se haga bajo ciertas condiciones. Considero que hay consenso de que ninguna de las actividades debería contaminar el medio ambiente, que es una de las principales riquezas que tenemos, desde ya, para el turismo, pero no solamente para el mismo”.
“Entendemos que hay también consenso a nivel de toda la comunidad fueguina de que en algunos lugares debiera estar descartado, como en todo el entorno del Canal Beagle. No soy biólogo como para poder juzgar el impacto ambiental que generaría esta actividad a mar abierto o en el mar argentino, por ejemplo, frente a las costas de Río Grande. Entiendo tal vez que esto debiera ser evaluado, dado que en la medida que se reduzca la cantidad de mano de obra empleada por la industria electrónica, eso afectaría más a Río Grande que a Ushuaia. Pero, de todas maneras, hay algunas de las formas de cultivo tierra adentro que está demostrado que se puede hacer con total seguridad. Cuando digo tierra adentro, no necesariamente en cursos de agua existentes, ya sea ríos o lagos o lagunas, sino en reservorios construidos artificialmente”.
Por su parte, el investigador Selzer afirma que “revisar la ley contra las salmoneras podría ser una medida positiva para el desarrollo de la provincia de Tierra del Fuego. Si bien puede haber ciertas zonas donde la actividad salmonicultora no sería conveniente debido a aspectos socio-ambientales, prohibirla completamente y limitarla a explotaciones artesanales es como insistir en utilizar velas en lugar de electricidad para iluminar una ciudad”.
“En muchos países del mundo, la producción de salmónidos ha demostrado ser una actividad económica próspera, como en Noruega, Canadá, el Reino Unido y Chile. Este producto tiene una demanda alta y constante en el mercado global, lo que lo convierte en una alternativa para diversificar la producción en la provincia de Tierra del Fuego”.
“La revisión de la ley permitiría implementar un marco regulatorio que asegure un equilibrio entre desarrollo económico y cuidado ambiental, promoviendo así una gestión responsable y eficiente de nuestros recursos naturales”, expresó finalmente.
Por otro lado, en diálogo con FINNOVA Schiavini dio detalles de su postura: “Estoy en contra de revisar la ley que prohíbe las salmoneras, porque no está claro cuál es el objetivo de hacerlo. Hoy en día la salmonicultura no está prohibida en Tierra del Fuego, se aceptaría salmonicultura en casos de instalaciones de recirculación de agua en tierra, por lo tanto, es falso decir que la salmonicultura está prohibida”. De hecho, “hay posibilidad de hacer salmonicultura con un menor impacto en el ambiente y eso es a través de salmonicultura realizada en instalaciones terrestres”, destacó el biólogo.
“Hacer salmonicultura en los lagos es completamente análogo a realizarla en el Beagle, porque ambos son sistemas con escasa circulación del agua. Es peor aún en el caso de los lagos porque son ambientes aún más cerrados que el Canal Beagle, por lo tanto, los impactos negativos ambientales serían equivalentes a los que se tendrían en las costas de Ushuaia y alrededores”.
La falsa dicotomía ambiente vs producción
“Entiendo que cualquiera de estos proyectos de acuicultura debe tener claros cuáles son los objetivos que persigue, ya que toda empresa tiene como objetivo que el empresario que invierte y arriesga su capital obtenga la renta correspondiente. En particular visto del lado de la provincia, de los municipios y de la población residente en Tierra del Fuego”, asegura Abolsky “esto representa la renta que queda en la provincia, tanto en forma de salarios, cantidad de puestos de trabajo generados y salarios que quedan para gente que reside en la isla, el pago de tributos, generación de puestos de trabajo indirectos a través de contrataciones de otros servicios fueguinos”.
El empresario local afirma también que “mi opinión es favorable de que se desarrolle en proyectos en tierra por la posibilidad de integrarlo como atractivo turístico: que existan tours para visitar instalaciones y que se puedan integrar en tierra con actividades de procesamiento, ahumaderos, subproductos, puntos gastronómicos, educativos, etc.”
Selzer asegura que “es posible desarrollar la salmonicultura mediante prácticas que minimizan el impacto ambiental a la vez que se realiza una producción controlada y eficaz. La producción de peces para consumo humano puede llevarse a cabo mediante dos variantes principales: sistemas abiertos y sistemas semiabiertos o cerrados. La principal discusión en torno a los sistemas abiertos, como las jaulas en ríos, lagos y mares, se centra en el impacto ambiental de la salmonicultura. En algunas ocasiones el mal manejo ha generado consecuencias negativas para el ambiente. Sin embargo, no solo existen métodos que se han optimizado con el tiempo, sino que también hay sistemas que prácticamente eliminan el riesgo ambiental, como el sistema de acuicultura recirculante (RAS)”.
“Para que estos sistemas sean económicamente viables, deben operar a una escala de producción que justifique la inversión. Por ejemplo, una sola instalación puede tener una capacidad de producción de 1500 toneladas anuales, algo que actualmente está prohibido por la ley provincial N°1355 en Tierra del Fuego. Esta es una de las razones por las que es necesaria la revisión de dicha ley”.
Por su parte y en relación con el aspecto económico de la salmonicultura, Schiavini dijo que “en términos de viabilidad económica, la salmonicultura como se hace en Chile es muy rentable económicamente justamente porque desconoce en las cuentas que realiza los impactos negativos económicos ambientales derivados de la contaminación y de la basura que termina en las costas, así como la negativa interacción con mamíferos marinos, uso de pinturas, etc, etc. Además de lo que ya se conoce respecto de los alimentos y antibióticos”.
Entonces, “la viabilidad económica existe porque no se tienen en cuenta los pasivos ambientales que deja la actividad en los lugares donde se desarrolla la salmonicultura”.
“Si no se realiza en el Beagle hay que ver dónde se realizaría, el impacto en los lagos es el que mencioné anteriormente y si se hiciera mar afuera no hay que perder de vista que habría que ir muchos kilómetros mar afuera para poder instalar jaulas en lugares donde no se las lleve la marejada, la profundidad sea la adecuada, incorporar en el análisis las diferencias de mareas que tenemos etc.”.
Puntos para reflexionar
“La acuicultura es una industria que requiere mucho menos consumo de divisas, así que desde ese punto de vista también lo veo favorable”, afirma Abolsky y continúa diciendo que “el hecho de tener producción local de insumos alimenticios también es favorable no solamente para la actividad turística, sino para los costos de la alimentación de los residentes fueguinos”.
Además, considera que “me parece bien que la acuicultura se desarrolle dentro de la ley 19.640. Sin embargo, creo que no debiera tener un beneficio como, por ejemplo, la posibilidad de facturar IVA en la venta al territorio argentino. Porque si no, sería incrementar el déficit fiscal que generan los subregímenes industriales”.
Por su parte, Schiavini suma al debate que “lo más significativo de todo esto es que la viabilidad económica incorpore los impactos ambientales que genera la actividad que no son tenidos en cuenta normalmente por los economistas, que sólo ponen en su análisis las ventajas económicas de vender un producto como el salmón y a partir de ahí se estiman los costos sin tener en cuenta lo ambiental como variable de análisis”.
“Las ventajas son la generación de fuentes de ingreso, posibilidad de exportar y tener un recurso cultivado que es fácilmente trabajable y procesable. Sin embargo, la pregunta es si esas ventajas superan las desventajas ambientales y sociales”.
Selzer desde su óptica afirma que “hoy la salmonicultura presenta desafíos que afrontar. La principal preocupación de una parte de la sociedad es el impacto ambiental. La acuicultura mal gestionada puede tener efectos negativos en el ambiente, como la eutrofización de las aguas, la liberación de antibióticos, y la proliferación de enfermedades que pueden afectar a las poblaciones de peces silvestres. No obstante, Noruega nos ha demostrado que es posible gestionar la salmonicultura de manera responsable, con una reducción del 99% en el uso de antibióticos, mediante la aplicación de vacunas, mientras que la producción que se ha multiplicado por diez”.
“En esta misma línea, considero que es necesario establecer un marco regulatorio adecuado, asegurando que todas las operaciones cumplan con las normas ambientales y sanitarias con una vigilancia y control continuo. Otro desafío que hoy se debe afrontar es el alto costo que conlleva la implementación de los sistemas de acuicultura recirculante, brindando una amplia flexibilidad para que se puedan llevar adelante los proyectos productivos y esto no sea una barrera para los pequeños emprendedores”.