Después de un 2018 en el que cayó el número de empleos en el país, 2019 no sería mucho mejor en materia laboral. Pero los analistas entienden que la leve recuperación de la actividad que llegaría en el segundo semestre se iniciará en el interior antes que en el Gran Buenos Aires (ciudad de Buenos Aires y conurbano) y, primero, en localidades chicas antes que en grandes centros urbanos. Tierra del Fuego, con una caída de 17,4%, lidera la destrucción de empleo asalariado privado, mientras que Jujuy es la contracara, donde lidera la suba con un 8,8%.
Buenos Aires.- En los últimos tres años (hasta noviembre de 2018, cuando hay cifras del Indec), Tierra del Fuego, con una caída de 17,4%, lidera la destrucción de empleo asalariado privado; le siguen Formosa (14%) y Santa Cruz (13,7%). Más atrás están Catamarca (9,2%), Chubut (7,3%) y Misiones (6,7%).
La contracara de esas cifras, que comparan noviembre de 2015 y ese mes de 2018, son Jujuy, donde la suba fue de 8,8% y Neuquén, con un alza de 3%.
Si el análisis se limita al último año, esas provincias siguen con datos positivos, con alzas de 3,3% y 4% en cada caso. Entre noviembre de 2017 y ese mes de 2018, Mendoza y Entre Ríos fueron las otras dos jurisdicciones que no destruyeron empleo y registraron una leve suba: 0,2% en cada caso. El resto de los distritos anotó números negativos; Catamarca con 9,2% fue el peor caso; le siguen Tierra del Fuego (6,6%); Chaco (6,5%); San Luis (5,8%); La Rioja (5,1%); Chubut (3,6%), y Santa Cruz (2,9%), según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) difundidos por la Secretaría de Trabajo.
Un aspecto clave para ver el empleo en las provincias es el peso que tiene el empleo público que, por la ley de responsabilidad fiscal, está casi congelado (solo puede haber designaciones en Salud, Educación y Seguridad). En 2015 el sector estatal fue casi el único generador de puestos, a un ritmo de 5,1% en la gestión nacional, 3,8% en las provincias y 4,8% en los municipios. «Si se compara la dinámica de los últimos 15 años con la actualidad vemos que se desaceleró el crecimiento y comenzó a caer ligeramente -explica el economista Juan Luis Bour, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL)-. En lo que hace al empleo asalariado privado, tiene mucha relación con el ciclo económico, y hasta que no se revierta no crecerán los puestos».
Agrega que los sectores claves como construcción, comercio, servicios y transporte destruyen hoy empleo. Educación y salud nunca cayeron en la comparación interanual, y el agro y la minería traccionan, aunque todavía de manera débil.
Desde el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) de la CTA, su coordinadora Mariana González, analiza que en el caso de Neuquén el crecimiento se explicaría por el desarrollo de Vaca Muerta y, en Jujuy, «tal vez por los proyectos ligados al litio». Entiende que hay razones para pensar que la situación continuará porque «sigue la recesión, con baja de ingresos reales de la población e impacto en el consumo y un recorte de gasto público».
«La mirada es de cautela y modestia; lo mejor que puede pasar es que el empleo no siga declinando. El peor momento ya lo hemos transcurrido; terminado el verano podría haber una reactivación empezando desde el interior y no desde los grandes conglomerados urbanos. Lo primero es dejar de perder puestos y, para eso, los empresarios deben decidirse a invertir; la tasa de inversión es sucesiva y sistemáticamente decreciente en las últimas décadas», describe Javier Lindemboin, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped) de la UBA.
El economista coincide con sus colegas en que la falta de financiamiento estatal tiene efectos negativos en el empleo, por el lado de la obra pública: «También las PPP están frenadas; el Gran Norte, por ejemplo, es altamente dependiente del empleo público; otro ejemplo es Santa Cruz. No es fácil encontrar una punta de entusiasmo; aspiro a que no haya un desbande generalizado», afirma.
González señala que hay sectores que están mejor, como los ligados a exportaciones y el petróleo. «Son áreas no tan intensivas en mano de obra; las provincias que más sufren son las de sesgo industrial marcado». Esta semana Techint, por caso, amenazó con dar de baja a 300 empleos por la reducción de subsidios.
Para Bour la apuesta a corto plazo es a la minería, el gas y el petróleo, aunque advierte que el impacto es limitado; dice esperar que el transporte -vía el agro- empiece a «tirar para arriba», pero advierte que el comercio y la industria seguirán mal en el primer semestre. Hasta marzo la actividad será «muy débil». Y, luego, la recuperación será «muy pausada». Plantea que el Gran Buenos Aires va «detrás del resto del país». En el interior, la salida será más rápida por agro y minería. «El punto es que en los primeros meses del año las actividades que emplean a un millón de personas se moverán negativamente».
La última encuesta de expectativas de empleo de ManpowerGroup para el primer trimestre del año arrojó, por primera vez desde 2007, un dato negativo. Son más los empleadores que esperan reducir su nómina que los que esperan aumentarla; el panorama es así en todo el país con excepción de la Patagonia y Cuyo.
Fernando Podestá, director nacional de Operaciones de la consultora, explica que en los últimos dos años la expectativa era «levemente positiva», por lo que no movía la aguja en términos de empleo. Construcción es el sector en el que más se deterioraron las expectativas. Le sigue transporte. «Que en la Patagonia y Cuyo sea mejor el panorama se explica por proyectos básicamente de petróleo e inversiones en vitivinicultura», explica.
Desde Adecco, el CEO del grupo para la Argentina, Francisco Martínez, dice que la zona más afectada es la del Gran Buenos Aires: «Notamos una fuerte baja en la búsqueda. En la ciudad de Buenos Aires el ritmo se mantiene similar a un año atrás; la zona centro es dinámica, en varios sectores hay demanda similar a la de esta temporada en 2018». Para la consultora, las actividades que siguen en búsqueda de personal son la agroalimentación, las energías renovables y el gas y petróleo. En nuevas tecnologías, el «problema» es que no hay «suficientes profesionales». Respecto de cuándo mejorarían las perspectivas, Martínez es claro: «Depende de las elecciones, serán determinantes en materia de inversiones».