Macri y Cristina preservaron los lugares clave en las listas

La palabra «cambio» es una de las más escuchadas durante las campañas electorales. Tanto el Gobierno como la oposición se arrogan ser el cambio mientras que le endilgan a su oponente la representación de «lo mismo de siempre». Pero lo que siempre queda en evidencia es que ciertas cosas son difíciles de cambiar. A la hora de diseñar las estrategias para ganar el poder, no hay nada más tentador que resguardarse en lo conocido, antes que arriesgarse a la incertidumbre de lo nuevo.

Buenos Aires.- La lectura de los candidatos del novel espacio «Frente de Todos» se parece más a un frente con los de siempre, salpicado apenas con algunas concesiones imprescindibles a su ex adversario Sergio Massa.

El tigrense debió conformarse con resguardar su propio capital político personal al encabezar la lista de diputados bonaerenses y ni siquiera pudo lograr la candidatura de su esposa Malena Galmarini a la intendencia de Tigre, que irá como diputada provincial. Pero no logró mucho más que eso, al punto que, por caso, no hubo lugar para Diego Bossio, un dirigente destacado del peronismo no K.

En cambio, los otros nombres de la lista, con una proliferación de figuras de «La Cámpora» y poco espacio ya no sólo para Massa sino tampoco para la liga de los «mini gobernadores» del conurbano, traen una sensación de «deja vu» del cierre de listas del 2015.

Así como en aquella oportunidad, el cierre había sido con la lapicera presidencial en la Casa Rosada, a donde iban siendo convocados los designados por Cristina, esta vez el cierre se hizo en las oficinas del Instituto Patria, el bunker de la ex presidenta.

Y, como hace cuatro años, la sensación reinante es que el cierre de listas se hizo con una participación más bien secundaria del candidato a presidente, que tuvo que resignarse a ver cómo Cristina decidía los nombres de quienes supuestamente deberán impulsar sus proyectos y defender su gestión en caso de consagrarse en las urnas.

Como Daniel Scioli en 2015, ayer Alberto Fernández vio cómo un grupo de dirigentes que responden personalmente a Cristina se hicieron de los mejores lugares, mientras que otros que no pertenecen al círculo íntimo de la ex presidenta debieron rumiar su descontento.

«Hay demandas infinitas de lugares, pero cargos limitados. Son los gratos costos que hay que pagar por crecer», fue la explicación que les dio a los descontentos un resignado Fernández, con un inesperado toque de economía ortodoxa en su argumentación.

Lo cierto es que hubo pocas sorpresas por el lado peronista. Máximo Kirchner y Mariano Recalde en lugares preferenciales, respectivamente al Senado y a la Cámara de Diputados. Y algunas concesiones al ala de izquierda de la nueva coalición, con lugares para Fernando «Pino» Solanas y Victoria Donda.

Pero la mayoría de los que renovarán las bancas serán militantes del Frente Para la Victoria. Es decir, que responderán más a Cristina Kirchner que al eventual presidente Fernández.

 

Lo cual confirma el rol que Cristina quiere asignarse para esta nueva etapa. Si el peronismo gana, tendrá el control del poder legislativo, lo cual implica que, aun cuando no tenga el cargo presidencial, condicionará a Alberto Fernández con el control del Congreso. Y si es el Gobierno el que se impone, conservará una nutrida bancada que la tendrá a ella como referente y líder de la oposición.

 

El macrismo, buscando ampliar la base

 

Acaso el armado de las listas del peronismo esconda el talón de Aquiles que el macrismo quiere encontrar para la campaña: la inevitable sensación de resentimiento por parte de los desplazados de los cargos, que serían blanco del «operativo seducción» de Miguel Pichetto.

El candidato a vicepresidente de Mauricio Macri ya inició su misión de conseguir que, por acción u omisión, haya una parte del peronismo que juegue a favor del Gobierno. Lo logró con los gobernadores peronistas que adelantaron que llevarán «lista corta», con lo cual favorecerán el voto combinado de legisladores peronistas con Macri a la presidencia.

Entre esas provincias, destaca la estratégica Córdoba, la segunda en importancia por tamaño de padrón electoral, y que ya en 2015 resultó clave para darle el triunfo a Macri en la segunda vuelta contra Scioli.

Pero claro, en el macrismo también hubo quienes quedaron desplazados. El caso más notorio es el de Emilio Monzó, el hábil presidente de la cámara de Diputados, que no entró en ninguna lista. El hecho de tener origen peronista, justo cuando Pichetto emerge como nuevo hombre fuerte de la coalición de gobierno había generado expectativa sobre si podría retener un espacio de poder, pero finalmente se impuso la «mesa chica» del Presidente.

Los radicales lograron algunos puestos importantes, como es el caso de Mario Negri en Córdoba y Alfredo Cornejo en Mendoza, pero tuvieron que ceder posiciones en la provincia de Buenos Aires y en la Capital. Pero, sobre todo, la confirmación de Martín Lousteau como primer candidato a senador por la Ciudad de Buenos Aires, un precio alto que pagó el macrismo para evitar que se produjera una interna que amenazara la reelección de Horacio Rodríguez Larreta.

La otra socia importante de la coalición, Elisa Carrió, logró mantener su incidencia, con Maxi Ferraro en la cabeza de la lista de diputados, donde también destaca la santacruceña Mariana Zuvic.

La candidatura que destaca en el ámbito oficialista es la de una «outsider» de alta credibilidad y estatura moral: María Luján Rey, madre de uno de los fallecidos en la tragedia ferroviaria de Once, y una de las referentes en la denuncia contra la corrupción de los funcionarios kirchneristas.

Como ocurrió en su momento con Carolina Píparo, la inclusión de esta ciudadana refuerza el perfil ético y de «lucha contra las mafias» que la gobernadora María Eugenia Vidal ha querido imprimir a su gestión.

La elección de María Luján Rey parece inteligente: su sola presencia es un manifiesto contra la corrupción. Y su condición la torna en una candidata con la cual el kirchnerismo no puede discutir ni aplicar las típicas chicanas políticas.

La mano de Pichetto, mientras tanto, no se vio tanto en el cierre de las listas, donde su principal incidencia es la inclusión de Claudia Rucci, ex Frente Renovador, en la provincia de Buenos Aires.

 

Más bien, el candidato a vice estuvo ocupando su tiempo en otras tareas de «la rosca», como el desarme del aparato partidario de José Luis Espert, que de todas maneras inscribió su partido y fórmula presidencial.

 

Macri define el nuevo eje de la grieta

 

En plena definición de candidatos, el sector oficialista festejó los últimos sondeos que marcan una fuerte recuperación en la imagen del presidente Macri. Por caso, Isonomía, que había provocado la preocupación oficial con una encuesta que daba nueve puntos de ventaja de Cristina, ahora achicó esa diferencia a sólo dos.

Mientras que Poliarquía marca que en pocas semanas Macri subió de 28% a 34% su índice de aprobación en la opinión pública.

Macri dejó en claro cuál será el tono de la campaña que acaba de empezar: su discurso del Día de la Bandera en Rosario no tiene nada de casual. Al elegir a Hugo Moyano como blanco de acusaciones y al machacar con la necesidad de combatir las «mafias» que impiden el despegue de la economía, está definiendo el nuevo eje de la antinomia política conocida como «la grieta».

Ahora que la discusión ya no puede plantearse en términos de peronismo-antiperonismo, el nuevo debate que quiere instalar el Gobierno es república o autoritarismo. O, como el mismo Pichetto apuntó, yendo más lejos, «capitalismo moderno e inteligente contra comunismo».

Pichetto conoce la interna peronista mejor que nadie y sabe dónde pegar: no se molestó en criticar a Alberto Fernández y apuntó directamente a Axel Kicillof, a quien calificó como «comunista». Y dirigió un mensaje directo a los intendentes del conurbano, sabedores de que no les agrada la figura del ex ministro de economía y que, además, la noche del sábado les dejará heridas por las aspiraciones no satisfechas en cuanto a lugares en las listas de candidatos.

La campaña ya empezó. Terminó la larga etapa de especulaciones, versiones y peleas internas por las candidaturas, y ahora el objetivo es la votación de las PASO, en las que, al decir del politólogo Rosendo Fraga, «no se define nada pero se generan consecuencias políticas y económicas».

Se cerraron las listas y se definió la escena política de 2019: alianzas nuevas, la grieta de siempre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.