El mismo día en que el científico Leonard Kleinrock enviaba el primer mensaje por red dando inicio a Internet, el 29 de octubre de 1969, 21 hombres en carpas, 30 grados bajo cero, estalactitas en la nariz y mate preparado con nieve de la Antártida, culminaban a pico y pala la pista de la Base Marambio y vieron aterrizar un avión Fokker F-27 de la Fuerza Aérea Argentina. 50 años después, esa pista sigue recibiendo aviones de gran porte, colaborando con la investigación científica y la presencia de los argentinos en el continente blanco.
Río Grande (Fuente Infobae).- A 50 años del nacimiento de la Base Marambio: El 29 de octubre de 1969 se fundó la base en el continente blanco, luego de que un avión Fokker F-27 aterrizara por primera vez en la historia en la pista construida durante tres meses a pico y pala por un contingente de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas. Las aventuras y los sacrificios de la “patrulla soberanía”. Las memorias de un día histórico.
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Llegaron con picos, palas, barretas, alimentos, equipos de radio, medicamentos, carpas, donde no había nada más que la inmensidad del continente blanco.
Estuvieron tres meses trabajando sin descanso, con temperaturas de 30° bajo cero, con escarcha en sus rostros. Picaron hielo, removieron las rocas grandes, las reemplazaron por piedras más pequeñas y homogéneas que ocuparon sus huecos, esculpieron el suelo, completaron la nivelación de un meseta con morfología natural habilitada para la instalación de un campamento militar.
Eran los primeros días de agosto de 1969 y el comienzo de la proeza de la patrulla “soberanía”.
21 voluntarios, entre oficiales y suboficiales: 18 de la Base Matienzo y el resto de la Base Petrel. Habían emprendido en primavera una misión hacia el crudo invierno de la Antártida. Argentina había conquistado la masa polar en 1904 con la fundación de la base Orcadas pero la interacción entre ambos bloques continentales era discreta y compleja. Era menester quebrar el aislamiento antártico, establecer contacto, trazar una línea de diálogo viable para el progreso de investigaciones científicas de instituciones nacionales y extranjeras.
El operativo comenzó en abril. La división de interpretación fotográfica de la Fuerza Aérea halló una ubicación factible en la isla 25 de Mayo que fue tomada por los rusos -actualmente base chilena Frei, ex base Bellingshausen-. Y otra en la isla Seymour, una región que en las cartas antiguas honraba al marino inglés que navegaba con frecuencia la zona a finales del siglo XIX. Emplazada sobre el mar de Weddell en los 64ºS y 56ºW, disponía de una planicie a 200 metros sobre el nivel del mar, con aproximadamente 14 kilómetros de longitud por ocho kilómetros de ancho, a una distancia en línea recta de 3.600 kilómetros de Buenos Aires y 2.800 kilómetros del Polo Sur.
Era un área inhóspita, inexplorada, hostil, aunque con una ventaja: los vientos antárticos de hasta 200 kilómetros por hora reconvirtieron las ondulaciones predominantes en una explanada desprovista de nieve. Desde el aire lanzaron bolsas con piedras para testar la superficie de este manchón blanco. La respuesta fue positiva: el suelo estaba apto para recibir a un contingente de pioneros con ideas locas. Querían construir una pista de aterrizaje con rocas sobre barro congelado. El propósito final: que aviones convencionales pudieran transportar materiales para la instalación de una nueva base de las Fuerzas Armadas.
Quince días tardaban en llegar a la Antártida desde Buenos Aires. Solo se podía hacer sobre el rompehielos ARA San Martín en la ventana de verano entre noviembre y enero. El resto del año, el área era inexpugnable: nadie podía entrar ni salir. Los oficiales que invernaban en las bases antárticas debían tomar una serie de recaudos: disponer de un duplicado de anteojos, de prótesis de repuesto y, por ejemplo, haberse operado del apéndice porque, como dijo Juan Carlos Luján, suboficial auxiliar durante la epopeya de 1969, “nos dejaban y nos pasaban a buscar un año después”.
La patrulla “soberanía” sufrió una serie de contingencias antes de poder instalarse en la meseta antártica. Primero los frenó una barrera de hielo, después el mar congelado. Debieron asentarse en la base contigua Esperanza, desde donde partieron para colonizar la meseta inhabitada del mapa polar.
Anevizaron en la Bahía López de Bertodano, a unos 1000 metros del mar, sobre aviones monomotor Beaver con esquíes. Tardaron dos horas y media en ingresar a la explanada. Antes se había dado la orden para tomar posesión del lugar: tres oficiales y suboficiales descender desde helicópteros para observar la aptitud del suelo y comprobar los materiales que construían el piso.
Luján, con una caña de colihue, improvisó el mástil donde flameó por primera vez el pabellón nacional. Se labró un acta, se la leyó por radio a la Cancillería y se rebautizó la isla: dejó de ser Seymour para portar el nombre de uno de los pioneros en la exploración antártica, el comodoro Gustavo Argentino Marambio -comandante del primer sobrevuelo en el Sector Antártico Argentino realizado el 1 de diciembre de 1951-. Era la dotación cero de la isla Marambio.