Los elevados y permanentes niveles de inflación, las consecuentes devaluaciones ocurridas entre el 2017 y el 2019 y la recesión del mercado interno con su impacto en el consumo hacen que las grandes alimenticias locales acumulen pérdidas cercanas a los $10.000 millones durante los últimos tres años de la era Macri.
Buenos Aires.- El impacto de la inflación, las consecuentes devaluaciones y la recesión profundizan la crisis de grandes grupos como Molinos, Arcor y Mastellone.
Se trata de los grandes grupos del sector como Molinos Río de la Plata, Arcor y Mastellone, entre otras, que vienen presentando balances en rojo, por lo menos desde el 2017 y que van a terminar el 2019 repitiendo el mismo escenario.
Solamente el año pasado, entre las tres compañías soportaron pérdidas por casi $6.000 millones mientras que en el 2017 también evidenciaron balances en rojo.
En el caso de la empresa de la familia Perez Companc, el año pasado perdió $1.702 millones contra un saldo también negativo pero de $187 millones en el 2017, cuando justificó el rojo por los fuertes incrementos en costos que no fueron trasladados a precios.
Por su parte, la láctea dueña de La Serenísima perdió $1.995 hace un año, evidenciando una de las mayores caídas de su historia y teniendo en cuenta que en el 2017, su desempeño había sido diferente, con ganancias por $1.156 millones, en gran parte favorecida por el desmembramiento de SanCor, su principal competidora, que achicó su estructura como forma de sobrevivir a la crisis del sector y a su propia crisis.
Con respecto a Arcor, en el 2018 registró un balance negativo por $1.011 millones, siendo la segunda vez en su historia en la que la multinacional cordobesa sufría pérdidas en los 60 años que tiene de historia. La anterior había sido en el 2001 cuando soportó un rojo de u$s50 millones, a diferencia del 2017 cuyas ganancias llegaron a los $1.118 millones.
Y en lo que va de este año, entre las tres estarían sumando casi $3.000 millones de pérdidas, según estimaciones que hacen fuentes conocedoras de un mercado que no logra salir de la crisis y que viene sufriendo la inestabilidad económica y financiera que atraviesa la Argentina.
Esto, a pesar de haber liderado la suba de precios en el segmento de la alimentación durante el mismo período con el objetivo puesto en no perderle pisada a la inflación, en un contexto de fuerte contracción de las ventas y de la producción.
Pérdidas, impuestos y baja expectativa de cambio
Ocurre que la combinación de alta inflación con fuerte devaluación les ha minado el camino a estas empresas ya que les generó un considerable aumento de su deuda en dólares y de sus costos. Una fórmula preocupante que tampoco han logrado encorcetar con las constantes subas de sus precios y remarcaciones que se vienen dando casi cada dos meses.
En las propias empresas admiten el envío de nuevas listas a las cadenas de supermercados, almacenes y mercados pero aclaran que el contexto recesivo les impide equilibrar con esos aumentos el impacto de las devaluaciones que se vienen dando desde abril del año pasado con sus costos.
A esto le suman las consecuencias que esa inestabilidad cambiaria les ha generado en los préstamos y créditos que han venido tomando en moneda extranjera y que, en algunos casos, casi se ha duplicado.
Seguramente, los estados de resultados de los primeros nueve meses del año que Arcor, Mastellone y Molinos están a punto de publicar en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y en la Comisión Nacional de Valores (CNV), demostrarán la crisis que soporta el sector de alimentos en la Argentina actual.
Un sector que viene sufriendo un fuerte proceso de achique y reestructuración con empresas que suspenden y despiden trabajadores, cierran plantas, reducen producción y hasta presentan concurso de acreedores o directamente se declaran en quiebra.
Y ese foco no parece poder modificarse ni en lo que resta del 2019 ni tampoco el año próximo cuando se debería suponer que el cambio de gobierno podría despertar nuevas y positivas expectativas que, sin embargo, no aparecerán.
Por lo menos así lo entienden los principales analistas económicos, quienes predicen que el actual contexto de recesión con inflación también acompañará los primeros tiempos de la gestión de la dupla presidencial Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
«Las alimenticias están presas del contexto de caída de consumo, suba de costos, alta inflación y devaluación y por eso sus balances repiten las pérdidas, principalmente asociadas a la imposibilidad que tienen de trasladar el aumento de sus costos a precios y por el impacto que les genera la suba de su deuda en dólares», admiten desde uno de los grandes grupos de este sector.
De hecho, un informe de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) manifiesta su «preocupación» por el incremento de los costos entre las empresas que agrupa esta cámara empresaria que también se queja por la alta carga tributaria que soporta el sector, como el financiero y las altas tasas de interés.
En el caso de los alimentos en general la carga impositiva, por ejemplo, llega al 40%, mientras que en los casos puntuales de bebidas araña el 50% , a lo cual se le deben agregar los costos financieros, con tasas de interés que actualmente llegan al 80%.
«Un escenario más que preocupante es el que nos toca vivir en estos tiempos a empresas como la nuestra que se desempeñan en un mercado interno con precios en pesos pero con costos y tasas dolarizadas», advierten desde otra de las compañías afectadas por la recesión.
Para fortalecer los dichos comentan un informe de la consultora Nielsen que revela una caída del consumo masivo general de hasta el 8%, con una baja del de alimentos en particular del 4%, congelados del 13% y bebidas con otro 8%, y en el que se recuerda que en los últimos 12 meses el sector debió atravesar dos devaluaciones «enormes» que impiden trasladar a precios el impacto de ese movimiento del dólar.
«Sufrimos una doble combinación negativa como la de no trasladar costos a precios por la caída del consumo y porque tenés que defender tus categorías, y la de un consumidor que compra menos».
De hecho, el año pasado también los aumentos aplicados a sus productos perdieron contra la inflación y también con la suba del dólar y de sus costos fijos.
Política de ajuste
Para paliar en algo esta situación, las empresas vienen llevando a cabo diferentes procesos de ajuste y reestructuración que, en algunos casos, contemplan cierres de plantas, suspensión y despido de personal, adelanto de vacaciones y reducción de la producción.
El ejemplo más saliente es el de Arcor, que soporta una profunda crisis a pesar de estar considerada como el mayor productor mundial de caramelos duros, ser la principal empresa argentina de alimentos y líder en exportación de golosinas de Argentina y Brasil.
Actualmente se encuentra fuertemente afectado por el inestable escenario de la economía local y nada hace prever que esta situación se modifique en el corto plazo. Más, si se tiene en cuenta que en los primeros tres meses del 2019, la multinacional alimenticia con sede en Córdoba sufrió una pérdida integral de $874 millones contra una ganancia de $382 millones durante el mismo período del 2018.
Como el resto de las alimenticias, desde la empresa, argumentan que sus números en rojo tienen estrecha relación con la devaluación del peso frente al dólar y también por la recesión de la economía, que se refleja en la constante retracción del consumo.
Esta performance la ha venido obligando a rearmar sus planes de negocios, con cierres de fábricas como la de La Campagnola en Mendoza para mudar la producción de esta marca a San Luis.
O la necesidad de otorgar vacaciones a todo su personal casi de manera simultánea para evitar mayores males. O por lo menos, intentar reducir el impacto de su crisis.
Ya el año pasado advertía sobre el «comportamiento de ciertas variables macroeconómicas», entre las que destacaba el impacto de la fuerte devaluación, además de la profunda caída en el nivel de consumo interno.