Organizado por el gobierno provincial, la Fundación Embajada Abierta, Fundación UADE y Fundación Konrad Adenauer (KAS) se llevó a cabo en una de las sedes de la UADE de la Ciudad de Buenos Aires la apertura del workshop denominado “A 60 años del Tratado de Washington: el futuro de la Antártida”, evento que cuenta con la disertación de expertos internacionales y que tiene como objetivo propiciar la discusión y el debate necesarios sobre el futuro de la Antártida en el marco del Tratado.
Buenos Aires.- En una de las sedes de la UADE de la Ciudad de Buenos Aires se llevó adelante workshop denominado “A 60 años del Tratado de Washington: el futuro de la Antártida”, evento que cuenta con la disertación de expertos internacionales y que tiene como objetivo propiciar la discusión y el debate necesarios sobre el futuro de la Antártida en el marco del Tratado.
Estuvieron presentes la gobernadora Rosana Bertone, la secretaria de Relaciones Internacionales Cecilia Fiocchi, el secretario Cuestión Malvinas y presidente de Fundación Embajada Abierta, Jorge Argüello, el Delegado KAS Argentina, Olaf Jacob, el ex titular de la Dirección Nacional del Antártico (DNA).Mariano Memolli, el consejero de la cancillería de China Gou Haibo, la soctora Monique Souchaczewski Goldfeld del Centro Brasileño para las Relaciones Internacionales, el doctor Mathias Albert de la Universidad Bielefeld de Alemania y Hannes Hansen-Magnusson de la Universidad de Cardiff.
En esta primera jornada, se expuso y debatió sobre «El futuro de la Antártida desde una perspectiva global» y sobre «El futuro de la Antártida desde una perspectiva latinoamericana».
El Tratado Antártico se firmó en 1959 en la ciudad de Washington y se ratificó en 1961 por los 12 países intervinientes de las misiones del Año Geofísico. Argentina había determinado su soberanía sobre un sector de la Antártida, status que hizo conocer internacionalmente antes de la firma del Tratado, al igual que otros 6 países (Australia, Francia, Chile, UK, Noruega y Nueva Zelanda). Hoy tiene 54 Estados miembros.
El Tratado comprende un conjunto de principios y objetivos, a partir de los cuales comenzó a edificarse un sistema jurídico y político para administrar la cooperación internacional y la investigación científica en la región. Se basa en la práctica del consenso para la adopción de decisiones.
En la apertura del workshop, la gobernadora Bertone destacó la presencia ininterrumpida de nuestro país en la Antártida desde 1904 y el valor de los pioneros argentinos «invisibilizados frente a epopeyas de marinos de otras naciones».
«El Tratado de Washington fue una bisagra para la paz y la estabilidad internacional» recordó Bertone, y elogió a los diplomáticos argentinos que «estuvieron allí a la altura, para conseguir un marco jurídico internacional que preserva nuestros derechos pero a la vez al continente para los fines de la ciencia, la investigación y la paz».
La gobernadora resaltó también el incremento de investigaciones sobre la Antártida en el ámbito de la Universidad de Tierra del Fuego, con científicos de otros países, y describió a la provincia «no como una isla, sino integrada y unida al país, en un mundo con tensiones por el agua y los alimentos, y consciente de la importancia de la Antártida para el resto del mundo».
Luego valoró el creciente turismo nacional e internacional a la Antártida desde Tierra del Fuego, pero en un marco de sustentabilidad de la experiencia antártica que incluye la instrucción previa a los turistas sobre cómo cuidar y preservar el Continente Blanco que «cada argentino anhela visitar algún día» aseguró.
Por su parte, Argüello explicó que el objetivo del workshop es «dar un primer paso, el primero de una serie orientada a la discusión sobre el futuro del Tratado Antártico».
«Es mucha la discusión que vendrá en los próximos años sobre la Antártida, así que elegimos el camino del diálogo, para nutrir la masa crítica que necesitará esa discusión», dijo el funcionario.
Enseguida, Jacob (KAS) explicó que debatir sobre el Tratado Antártico «no implica cambiarlo, sino proyectar hacia el futuro qué podría pasar considerado que nos encontramos ante un continente con grandes recursos naturales, con el 70 por ciento del agua dulce» del planeta.
Jacob sugirió que de prosperar estos debates, idealmente Ushuaia podría convertirse en sede permanente de los futuros encuentros, al menos cada dos años de aquí en adelante.
En su intervención, el profesor Mathias Albert, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bielefeld, expuso que si bien hoy en día «nadie seriamente intenta alterar el Tratado, ni envía a la Antártida tropas o población, y ni siquiera lo contempla, no quiere decir que esté todo bien: hay que pensar en el sistema del tratado antártico como un sistema más amplio de la política mundial».
Albert propuso considerar, como ejercicio académico, la posibilidad de que la Antártida sea un día parte de territorios de distintos estados soberanos, pero con los derechos de uso común bajo determinadas restricciones para el resto.
A su turno, el profesor de Relaciones Internacionales Magnusson, de la Universidad de Cardiff (Escocia, Reino Unido) destacó que el Tratado Antártico «fue un gran éxito» y «puso a la Antártida fuera del alcance de los juegos de soberanía, una perspectiva sigue siendo relevante en el discurso de la actualidad y da forma a las políticas» para el continente blanco.
Por su parte, el funcionario de la cancillería china Haibo Gou, subrayó enfáticamente el compromiso del gobierno de Beijing con la vigencia del Tratado y destacó que gracias a él y a su espíritu pacífico «la Antártida es de las pocas áreas en el mundo que nunca sufrió un conflicto militar» y necesita hoy la máxima atención por su relación con los impactos del cambio climático.
«Es de sumo interés ampliar el debate sobre lo que va a ocurrir en los próximos 60 años, y enfrentarlo de manera inclusiva. El gobierno chino está abierto a estudiar distintas propuestas para poder diseñar una hoja de ruta para el futuro», enfatizó Gou.
Respecto de la cooperación en la Antártida, Gou opinó que América Latina «será crucial: Argentina tiene una historia más antigua y nosotros empezamos recién en los 80. Hay mucho para aprender y hacer acuerdos logísticos y unirnos a programas científicos», sostuvo.
Por la tarde, la experta Monique Souchaczewski Goldfeld (Centro Brasileño para las Relaciones Internacionales) recordó la evolución del interés de Brasil por la Antártida, hasta llegar a los 2000, cuando se abrió un debate sobre la estrategia de defensa que culminó en una política nacional que por primera vez incluyó al Continente Blanco en sus prioridades.
En 2012 un incendio destruyó el 70 por ciento de la única base brasileña, pero se construye una nueva desde 2016, por empresas chinas, y se abrirá en febrero de 2020 con 17 laboratorios y alojamiento para 64 personas.
«Las elites brasileñas están interesadas en la Antártida, que ya se asume como de interés geopolítico para Brasil y de valor para su seguridad nacional, pero falta todavía un debate público sobre el futuro del Tratado entre nosotros, también por una falta de mayor interés sobre cuestiones internacionales», resumió la experta.
Esta primera jornada o fue cerrada por el ex director del Antártico Argentino, Mariano Memolli, quien hizo una breve y didáctica historia científica y política de la Antártida, y resumió los planteos principales para el futuro que hizo el Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR), que reúne a científicos de todo el mundo, a los Estados involucrados.
En ese sentido, enumeró más tecnología, más logística para trabajar allí todo el año, más infraestructura para más gente, más cooperación internacional y recursos humanos, en especial falta de científicos e ingenieros para demandas futuras, además de energía para sensores remotos y financiamiento.
Los propios científicos, explicó Memolli, han planteado a sus países cómo afectarán las presiones externas y los cambios de configuraciones geopolíticas del poder al manejo político y a las ciencias antárticas, y cómo se mantendrá el uso de la Antártida con fines pacíficos y científicos, como eventuales obstáculos para acceder a un cambio.