El matutino porteño Infobae se hizo eco de la historia de los mariachis que fueron habilitados para dar serenatas durante la cuarentena en Ushuaia. Después de tres meses sin hacer música, presentaron un protocolo al Comité Operativo de Emergencia de su provincia para poder volver a cantar. Hace quince días, la resolución 864/20 del ministerio de Salud de Tierra del Fuego los autorizó a retomar sus actividades. Quiénes son y cómo trabajan los integrantes del grupo que fomenta la cultura mexicana desde el Fin del Mundo.
Río Grande (Infobae).- La cita estaba pactada para las 17 horas. De pie frente al domicilio de la cumpleañera, Guillermo Benjamín Romero (la voz del conjunto) gritó: “¡Échele Mariachi!” y, escoltado por el resto de sus compañeros -Jonatan Sebastián Ojeda Alvarado (Acordeón), Darío Urbina (Guitarrón Mexicano), Ariel Urbina (Guitarra), Javier Piñal (Primera trompeta) y Raúl Zaragoza (Segunda trompeta)- entonaron uno de sus clásicos: “Las mañanitas”.
Sucedió en Ushuaia el domingo 14 de junio. Después de casi tres meses sin dar una serenata, el grupo Mariachi Tequila volvió al ruedo. Manteniendo la distancia social y con barbijos que combinan con sus trajes y sombreros, los seis músicos que integran la agrupación volvieron a hacer lo que mejor saben.
La historia del grupo -autotitulados los mariachis más australes del mundo-, se hizo conocida luego de que el Gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, los habilitara, mediante una resolución, a tocar serenatas durante el confinamiento por el COVID-19. “La propuesta se la hicimos llegar nosotros”, cuenta Guillermo Benjamín Romero en diálogo con Infobae.
“Se decretó la cuarentena y, automáticamente, nos quedamos sin trabajar. A medida que pasaban los días, si bien algunos de los integrantes del grupo podían seguir con su empleo paralelo, otros no; y no tenían más dinero. Escribí un protocolo y lo presenté ante el Comité Operativo de Emergencia (COE). La realidad es que somos el único grupo de mariachis que hay en Tierra del Fuego y, si hacemos una serenata tradicional desde la calle, con barbijos y respetando la distancia social, no molestamos a nadie y hacemos feliz a mucha gente”, apunta Guillermo que, además de cantar, toca la vihuela mexicana.
De Formosa a Ushuaia sin escalas
Guillermo Benjamín Romero tiene 39 años y es el menor de ocho hermanos. Nacido y criado en Ibarreta, una localidad ubicada a 210 km de la capital de la provincia de Formosa, de su infancia recuerda que estuvo signada por la música de José Alfredo Jiménez Sandoval: el mítico cantante y compositor mexicano, autor de temas como “El Rey”. Aunque también, dice, escuchaba y cantaba chamamé y folclore junto a sus abuelos y sus padres.
Durante el verano de 1996, el 12 de febrero, Romero viajó a Ushuaia. Fue a pasar unas vacaciones con sus tíos (que estaban radicados allí), pero consiguió trabajo en una cooperativa y decidió quedarse. Lo que más le costó, además de convencer a su mamá, fue adaptarse al clima. “De 52 grados, pasé a temperaturas bajo cero”, repasa.
Antes de su cumpleaños número 20, Romero fue a un asado con amigos y, durante la sobremesa, se puso a cantar folclore con su hermano Alfredo. Unos días después, el maestro de la Banda de la Armada se puso en contacto con él. El hombre celebraba su aniversario de casado y quería regalarle una serenata a su mujer. “¿No te animás a cantar Las mañanitas o Adelita?”, le preguntó a Guillermo.
“Nos pusimos pantalón y camisa negra y unos sombreros mexicanos que conseguimos. Nos paramos frente a la casa y empezamos a cantar Las mañanitas. Hacía un frío tremendo. La señora salió, nos vio y empezó a llorar de la emoción. Después de ver eso dijimos: ‘Esto hay que hacerlo mas seguido’”, cuenta Romero acerca de su debut como mariachi en agosto de 1999.
-¿Qué hicieron después?
-Buscar trajes de verdad. Saqué un préstamo de 1500 pesos y con eso compré cinco sombreros y mandé a hacer los trajes a una sastrería, porque no me alcanzaba para costear unos originales. Después conseguimos un guitarrón mexicano y, de a poco, nos fuimos aggiornando.
Los inicios
Para principios del 2000, cuenta Romero, además de trajes, el grupo tenía nombre y contaba con cinco integrantes fijos: dos trompetistas, un guitarronero, un guitarrista y un vihuelero. Después se sumó un acordeonista. Con el tiempo, el conjunto Mariachi Tequila comenzó a hacerse popular entre los fueguinos. “Nos contrataban para las fiestas de 15, casamientos, aniversarios de casados y bautismos. Aunque después de que se estrenó la película infantil Coco, muchos niños querían tener mariachis en su fiestita de cumpleaños”, dice Romero y acota que, un par de veces, los llamaron para cantar en velorios.
“En México y en Bolivia es normal llevar mariachis a los velorios porque son culturas que celebran la muerte. Me acuerdo de una mujer que les había pedido a sus hijos que, para su entierro, fuéramos a cantar ‘Cielito lindo’. Tenía una enfermedad terminal, así que cuando murió se comunicaron con nosotros y nos contaron acerca de su pedido. Fue raro porque todos lloraban y nosotros estábamos ahí parados cantando”, cuenta el hombre que, cuando no se pone su traje de mariachi, trabaja en un hogar de día con adultos mayores.
Para Romero, mariachi se nace, no se hace. “Tenés que tener mucho amor hacia esto. A veces los shows caen en pleno invierno, con nevadas tremendas y temperaturas heladas. Donde más se sufre el frío es en los pies, porque usamos botas texanas de cuero y no hay forma de no estar en contacto con la nieve o el hielo. En los dedos de las manos también, rasgar las cuerdas de la guitarra, el guitarrón o la vihuela, cuando los tenés congelados por el frío genera una sensación de dolor”, destalla.
-¿Cuánto dura una serenata?
-Entre 20 y 30 minutos. Son cerca de 10 o 12 canciones. Los temas más pedidos son Las mañanitas, El rey, Cielito lindo, Si nos dejan, El mariachi loco, Somos novios y Solamente una vez. Antes de la pandemia hacíamos entre tres y cinco serenatas por semana.
-Y ahora que los habilitaron para hacer serenatas, ¿cómo vienen con la convocatoria?
-Muy bien. Más allá de las ganas de volver a cantar y de la cuestión económica, lo que nos empezó a pasar fue que, durante el confinamiento, la gente quería contratarnos. Varios padres y madres me llamaban porque sus hijas cumplían 15 años y, como habían tenido que suspender la fiesta, me decían: “Lo único que podemos regalarle es una serenata. ¿Pueden venir a tocar?”. Nosotros teníamos miedo de ir presos y que nos secuestraran los instrumentos. Pero lo que más nos movilizó fue el llamado de un chico de 14 años: quería fuéramos a cantarle a la abuelita que estaba enferma. Le tuvimos que decir que ‘No’ y, a pesar de eso, insistió varias veces. Al final se puso a llorar.
-Además de usar barbijos y mantener distancia social, ¿qué cambios tuvieron que hacer para volver a cantar?
-Por lo general nosotros arrancábamos cantando en la calle y después entrábamos a los domicilios. Ahora ya no lo hacemos. Antes llegábamos al lugar todos juntos; ahora, cada músico se traslada en su propio vehículo, donde tiene sus elementos de higiene, como el alcohol en gel para limpiar sus manos y sus instrumentos.
-¿Qué planes tienen para cuando se flexibilice un poco más la cuarentena?
-Siempre está la idea de viajar. En estas dos décadas de trayectoria nunca salimos de Tierra del Fuego. Nuestras serenatas siempre fueron en Ushuaia, Río Grande y Tolhuin. Sin embargo, después de todo este revuelo, nos hicimos más conocidos al punto de que se comunicó con nosotros Marcelo Quintana, miembro de la Organización Mundial de Mariachis. También nos contactaron desde la embajada de México y se mostraron muy alegres porque su música y su cultura haya llegado hasta el fin del mundo.
A 90 días del inicio del aislamiento, Tierra del Fuego no registra casos de Coronavirus desde hace 21 jornadas. Según el Ministerio de Salud provincial, la cuarentena anticipada que se implementó allí fue la razón por la cual lograron aplanar la curva. A pesar de los alentadores resultados, sin embargo, continuarán con el aislamiento “social, preventivo y obligatorio” pero, de a poco, van flexibilizando algunas actividades.