El 19 de noviembre de 1960, en una moto Alpino de 175 c.c., iniciaba un viaje de 28.800 km que terminó felizmente luego de casi 3 años e innumerables peripecias. Fue el primero en el mundo en cumplir tal hazaña.
Río Grande.- “Era sábado, nevaba en Ushuaia, mis compañeros de trabajo en Tennessee me fueron a despedir y el cabo Díaz me firmó, a las 9,45 de la mañana, la salida en mi libro de viaje en el puesto de la Policía Territorial, donde ahora está el hotel Albatros”, contó Juan José Degratti a ((La 97)), Radio Fueguina.
Con una memoria prodigiosa a sus 84 años, Juan José Degratti vuelve a relatar una y mil veces su epopeya, generoso y preciso a la hora de desgranar cifras, datos, nombres y anécdotas de película.
Era el 19 de noviembre de 1960. “Cargué combustible en la estación de Mateo Carelovich y arranqué, en el Garibaldi me crucé a Cacho Sevillano en su camioncito; me preguntó ‘¿dónde vas?’, ‘a Estados Unidos’, le respondí”. “Estás loco”, fue la lógica respuesta, y siguieron cada cual su camino.
Y el “loco” cumplió su sueño. Se cumplen hoy exactamente 60 años desde que iniciara el viaje de casi 30 mil kilómetros y 34 meses que lo llevó en soledad de Ushuaia a Alaska a bordo de una humilde motocicleta “Alpino” de 175 cc
Tenía entonces 23 años, una flaca billetera, la decisión, su ingenio y la convicción de que nada le impediría consumar una hazaña inédita a nivel mundial.
No sabía aún que con el tiempo sería uno de esos personajes que se hacen infaltables en múltiples referencias a la historia social o política reciente de Tierra del Fuego.
Faltaban años para que Juan Degratti se convirtiera en uno de los más importantes emergentes del sindicalismo en el rubro petrolero, para que co-protagonizara la fundación del Partido Justicialista en Tierra del Fuego y que por más de tres décadas fuera uno de sus destacados referentes.
Casi 3 años de viaje
Sin ningún tipo de sistema que le permitiera conocer a qué distancia se encontraba ese distante pueblo que podría cobijarlo, la aventura de Degratti tuvo tanto de hazaña como de misterio.
Apenas un botón de muestra de esto es una de las páginas sueltas que guarda Juan José en una corpulenta carpeta que lleva su nombre. Una hoja amarillenta y un tanto desvencijada da cuenta de que este verdadero bohemio creó un “diccionario quechua casero”, como él lo define, con apenas algunos vocablos para poder comunicarse en los pueblos de la altura boliviana.
¿Cómo se financió?
“Salí seco del todo, los últimos 10 pesos ley 18188 se los regalé a un argentino en Cali, Colombia”. Pero el ingenio y el “chamuyo” pagarían el viaje. “Siendo argentino uno siempre se arregla, yo decía “mire, vengo haciendo un viaje de hermandad latinoamericana, si Ud me ayuda con un poco de combustible, puedo seguir un poco más’, y así seguí y así llegué”, se ríe, no sin orgullo.
En rigor de verdad, algunos dólares reunió en Houston (EEUU) donde se necesitaban expertos en motores Volkswagen, justo la especialidad que aprendió en la Tennessee.
Pasaron 28.800 km según su cuenta, 2 años, 8 meses y un sinfín de peripecias y desventuras, hasta que llegó el final de aquel viaje épico que lo convertiría en el primer hombre en el mundo que recorría el trayecto desde Ushuaia, en el confín austral, hasta Alaska, en el extremo norte del mundo.
Hoy muchos lo intentan y lo logran, a bordo de vehículos tan disímiles como portentosos y dotados de la mejor tecnología. Pero la proeza de Degratti se agiganta en el tiempo.
Por aquellos caminos en su gran mayoría polvorientos, por el aislamiento y la falta de medios técnicos de comunicación. Por las geografías agrestes y salvajes que debió atravesar. Por los innumerables accidentes que varias veces estuvieron a punto de dejarlo a pie.
Padeció el maltrato de las circunstancias y disfrutó de la hospitalidad de pueblos que recibían su llegada como un acontecimiento; se vio reflejado en portadas de diarios que se escribieron en español, portugués, francés e inglés.
“Proyecta trabajar como recogedor de ciruelas antes de seguir viaje a Alaska”, contaba un diario yanqui que le daba la bienvenida, aunque afirmando que venía “de Chile”, perdiéndose el redactor en lo angosto del mapa, allá tan cerca del polo Sur.
“Voluntad y fe llevaba consigo al atravesar la nieve, la lluvia y los desiertos y a veces junglas infestadas de feroces aborígenes”, se admiraba en inglés otro periódico que anunciaba su arribo a Houston, algo más de la mitad del camino previsto.
“Exacto, exacto, no puedo poner una fecha de arribo, pero calculale que en octubre de 1963 pasé la frontera entre Canadá y Estados Unidos, entrando a Alaska por Malpaso; hacía 10 grados bajo cero”, le mezquina importancia a los detalles hoy Juan José Degratti. Como sea, habían pasado miles de historias contables desde aquel 19 de noviembre de 1960 cuando partió desde Ushuaia.
Regreso triunfal
Lejos estaban los 23 años con que inició la proeza americana. Ya no cargaba en su mochila sólo fe y sueños. Ahora, el morral estaba repleto de experiencias que lo maduraron y lo definirían para siempre como un hombre de bien, protagonista permanente de los hechos importantes en Tierra del Fuego.
Nada se sabe de aquella “Alpina” y del casco con tiras que completaban con decenas de calcomanías la foto de tapa de tantos diarios americanos. Pero seguro merecen un lugar en el museo de las cosas y los hechos fantásticos de la mítica Tierra del Fuego.
Sobre su viaje se escribió un libro, cientos de artículos como éste, una exposición alusiva en la Torre de Agua de Río Grande y algún que otro homenaje. Pero nada alcanza a reflejar la relevancia de aquella proeza histórica, consumada 60 años atrás.
Gracias, Juan Degratti por esta maravillosa historia de coraje y decisión juvenil.
Fuente: ((La 97)) Radio Fueguina.