El documental de Alfredo Lichter retrata la historia de sacrificio y audacia de Natalie Goodall, a mujer que logró una colección de casi 3000 esqueletos de ballenas y delfines.
Ushuaia (El Destape).- El último confín de la tierra, libro de Lucas Bridges, condujo a la bióloga estadounidense Natalie Goodall a Tierra del Fuego, donde formó una increíble colección de casi 3000 esqueletos de ballenas y delfines. La soledad de los huesos, documental de Alfredo Lichter, se propone retratar su vida a través de los testimonios de quienes la conocieron y la vieron en acción.
La película documental de Lichter cuenta como tras la llegada de Goodall a Tierra del Fuego en los ’60, se activa (o mejor dicho, ella le da vida con una nueva perspectiva) el trabajo de campo científico y naturalístico. Minoría en una disciplina mayoritariamente varonil, Natalie se abrió paso a fuerza de voluntad y conocimiento, hasta conformar una parte importante de la historia de la ciencia en la región. Lo que comenzó en recorridas por las playas de la isla en búsqueda de fósiles y plantas para un herbario se convirtió en buena parte del museo ubicado en la Estancia Harberton, visitado por turistas de todo el mundo.
El escaso archivo audiovisual no es una traba para que el documentalista se las ingenie de forma convincente. La tarea de desentrañar al personaje recae en los seres queridos y colegas, con los cuáles Natalie pasó jornadas de descubrimientos. Algunas voces emulan la ternura que la bióloga tuvo en vida, generando secuencias dulces; otras (como la hija) dibujan a una madre -por momentos- un tanto ausente. Por otro lado, el documental logra mimetizarse a la perfección con la región patagónica: largas tomas de bellísimas locaciones en las que pareciera que no transcurre el tiempo y nadie está apurado. Reina el silencio y el sonido de la naturaleza.
Los testimonios de Tommy, de Abby, de un grupo de biólogas que continúan su trabajo, y el de sus colaboradores cercanos ponen en perspectiva una vida tan particular como única, que se desarrolla desde las playas del Estrecho de Magallanes hasta el Canal Beagle; del Atlántico sur a los bosques lluviosos del oeste. Con el objetivo de no dejar caer la historia en el olvido, Lichter logra un decente y muy digno homenaje a la mujer que animó a aventurarse al fin del mundo, sin saber que le depararía el destino.
Fuente: Ignacio Dunand para El Destape.