Hoy vive en Puerto Almanza, sola en medio del bosque a pocos kilómetros de Almanza, junto al Canal de Beagle.
Ushuaia.- Diana Méndez es correntina y llegó a Tierra del Fuego a dedo cuando tenía 23 años. Quería conocer la nieve y se quedó a vivir en el lugar donde sintió que debía echar raíces, donde se convirtió en Capitana de barco, construyó un restaurante emblemático de la zona y hoy vive sola en medio de un bosque virgen.
Diana tenía apenas veintitrés años en 1995 cuando emprendió un viaje a dedo atrás de un sueño: conocer la nieve.
Era el mes de julio cuando llegó «al fin del mundo», Tierra del Fuego y nunca más se fue de la provincia. “Encontré, por fin, el lugar donde quería echar raíces”, dice.
Hoy vive en Puerto Almanza, en rigor, sola en medio del bosque a pocos kilómetros de Almanza, junto al Canal de Beagle.
El sueño de la nieve se cumplió rápido: llegó a Río Grande en la última semana de julio de 1995, la semana de la nevada histórica. Los diarios locales guardan registro de ese temporal que mató miles de ovejas y complicó la vida de muchos en Tierra del Fuego y Santa Cruz.
«Estuve varada en Río Grande porque se cortaron los aeropuertos, las rutas, todo, y no se podía seguir. Pero en cuanto se abrió la posibilidad llegué hasta Ushuaia y me enamoré del lugar. Y decidí que ahí quería echar raíces y hacer mi vida. Y lo hice, acá estoy», recordó la correntina.
Diana cuenta que cuando llegó se quedó en la montaña, en el Lago Escondido, donde está el Paso Garibaldi. «Después vino la etapa de la ciudad, Ushuaia, donde me casé, tuve un hijo (Lucas), y toda su etapa escolar necesitábamos estar asentados ahí», explica.
Pero ella soñaba con una vida salvaje y aventuras, es por eso que, cuando Lucas terminó la secundaria, «en 2014 vinimos a Puerto Almanza. Pasando Puerto Almanza hay una zona que se llama Punta Paraná y nos establecimos ahí como pescadores artesanales».
Su vida fue a partir de entonces todo lo que deseaba, «acá me quedo. No quiero saber nada con la ciudad», cuenta.
Al principio trabajó en un hotel junto al lago Garibaldi, después decidió que quería navegar. No era fácil: los capitanes de la zona le decían que no querían mujeres porque las capacitaba y a los meses se iban.
Diana insistió y, poco a poco, fue creciendo en el esquema hasta convertirse en Patrona de Barco, dicho de otro modo, en Capitán, o Capitana, aunque ella dice Capitán. Así, se convirtió también en pescadora artesanal, y luego en cocinera.
Junto a su marido y su hijo se instalaron en Punta Paraná y abrieron un restaurante en el que combinaban la pesca artesanal con el turismo. Se llamó -se llama- Puerto Pirata y ofrece a los turistas la posibilidad de ir a pescar su propio pescado.
Con el tiempo su matrimonio naufragó y ella emprendió otra aventura. Dejó atrás Puerto Pirata, tomó un kayak y se lanzó a remar por el canal de Beagle mirando para el lado del bosque, buscando su nuevo lugar.
«Obviamente todo el mundo pensó que estaba loca, que era una locura, que no era bueno lo que iba a hacer… por mil cuestiones. Pero bueno, cuando se me sube algo a la cabeza…», cuenta.
Encontró su lugar, en el medio del bosque, y comenzó a construir su hogar, «en 20 o 30 días ya estaba viviendo acá. Era necesario que estuviera la casita, la salamandra puesta, y con eso ya era suficiente para empezar a quedarme», relata.
«Cuando empecé a estar sola, cuando me mudé, era época de ballenas. Eso fue todo un suceso, por sus cantos. Las noches fueron lo más difícil. Después uno ya empieza a conocer los ruidos y te acostumbrás».
Con los años, Diana se volvió a enamorar y comenzó un emprendimiento turístico/gastronómico junto a Fabián, su nuevo amor.
Un día recibió en su casa a un chef con reconocimiento de estrellas Michelín, dueño de tres restaurantes en Brasil, incluso cocinaron juntos.
Para finalizar, la cronista de Infobae afirma: «Sos pescadora, sos capitana, sos cocinera, recibís turistas… sos un montón de cosas. ¿Cómo te definirías?
«No me gustan los títulos en realidad. A mí me gusta el lugar en el que vivo y compartir con las visitas y hacer experiencias lindas en la vida, tanto en lo que uno hace como en el lugar donde vive y en el cómo vive. Es una decisión de vida que también disfruto con aquellas personas que se acercan a compartir la vida con uno, aunque sea por un día», cierra la correntina.
Con información de Infobae.