El biólogo Adrián Schiavini estimó en 50 mil la población de guanacos en la Tierra del Fuego argentina y planteó las dificultades en el manejo, porque están presentes en el campo y consumen el forraje destinado a la producción ganadera, además de representar un peligro para los que transitan por las rutas. Descartó en principio un aprovechamiento de la carne para su comercialización, porque hay enfermedades propias de este animal, como la sarcosporidia y la sarna, que demandan estrictos controles bromatológicos. Aseguró que desde el CADIC y la Universidad de Tierra del Fuego están “siempre a disposición de las autoridades de aplicación provinciales y municipales para colaborar en todo lo que se nos solicite”, pero “lamentablemente en los últimos años no estamos siendo consultados”.
Río Grande.- El Dr. en Ciencias Biológicas Adrián Schiavini dialogó con Radio Universidad 93.5 y Provincia 23 sobre las consecuencias de la presencia de guanacos en la provincia, que no sólo representan un riesgo para los que transitan por las rutas, sino que además consumen el forraje destinado a la producción ganadera.
En principio se le preguntó si hay estadísticas sobre la cantidad de animales de esta especie. “Nosotros hicimos un relevamiento en 2017 a pedido de la provincia, que fue financiado por el CFI. Esto se realiza mediante relevamientos aéreos, el uso de fotografías que están ubicadas geográficamente y después se aplican cálculos matemáticos con programas ya establecidos, para determinar la abundancia de guanacos en diferentes zonas. Esto permite tener un mapa de los lugares más abundantes y menos abundantes, y saber el grado de variabilidad de estos conteos, que no son exactos. Es imposible determinarlo con exactitud y lo que se hace es estimar la población. En ese momento estimamos unos 50 mil guanacos en la isla grande, dentro del sector argentino. Chile tiene un poco más y estamos trabajando en conjunto para afinar los conteos que han hecho y dieron números demasiado grandes, porque hablan de 200 mil animales. En el sudoeste de la Tierra del Fuego chilena son abundantes pero el número dista de ser real”, señaló.
“Del 2017 al 2023 no ha habido grandes cambios. Estamos siguiendo las poblaciones de guanacos desde 2010 y hemos hecho distintos relevamientos. El guanaco vive aproximadamente entre 10 y 15 años en el medio natural. Tiene depredadores en Tierra del Fuego, como el zorro colorado; y lo que está ocurriendo es la predación por los perros asilvestrados, porque particularmente en el momento de parición los chulengos son muy vulnerables. En los primeros 20 días son terriblemente vulnerables y por lo tanto son presa fácil de los perros asilvestrados. Incluso los adultos son víctimas de los perros asilvestrados. La temporada reproductiva va de noviembre a marzo, muchas hembras producen descendencia, pero la vida del chulengo es difícil. Durante el primer año la mortalidad es de la mitad de las crías, de cada dos que nacen, uno llega con suerte al primer año”, indicó.
Respecto de la alternativa del consumo de la carne, advirtió que “el guanaco tiene enfermedades en Tierra del Fuego, principalmente sarcosporidia, que produce unos quistes en la carne y, si uno la consume en un estado de cocción deficiente, termina provocando fiebre, diarrea, malestares estomacales muy fuertes, si bien no es letal para el ser humano. Por eso se desaconseja el consumo de chacinados producidos en forma cruda con carne de guanaco, porque la incidencia de sarcosporidia es muy elevada, no sólo en Tierra del Fuego, sino también en Santa Cruz”.
“Por otro lado tenemos sarna y en la circulación de la sarna también intervienen los carnívoros, como los zorros y los perros que son predadores que se han incorporado al sistema. Eso ayuda a que circule la sarna”, dijo.
Si bien en Santa Cruz se lo puede comercializar, opinó que en la provincia vecina están trabajando “a ciegas”. “Se suele mirar a Santa Cruz como el ejemplo de lo que habría que hacer en el manejo del guanaco y la verdad es que Santa Cruz está haciendo un manejo a ciegas. Uno puede utilizar un animal de la fauna silvestre con diferentes fines, desde esquilarlo para sacarle el pelo y venderlo, hasta comercializar el cuero o la carne, pero si se va a destinar la carne para consumo humano hay que tener precauciones bromatológicas. Hay que ver de dónde viene ese guanaco, cuánto estuvo en el baúl de un auto, cuánto hace que lo mataron y cómo murió, porque eso tiene que ver en cómo llega la carne para el consumo humano. Lamentablemente Santa Cruz tiene una política de considerar al guanaco casi como una plaga, como un animal dañino para la actividad ganadera. Es cierto que durante los últimos 30 años la situación del forraje en Santa Cruz ha cambiado drásticamente. El clima de Santa Cruz se está volviendo cada vez más ventoso, con menores precipitaciones, y con temperaturas más elevadas. La producción ganadera animal lo que hace es convertir pasto en carne. Con más viento, menos agua y más temperatura, hay menos forraje. Cuando hay menos forraje se empieza a mirar a cualquier animal que coma forraje con antipatía, como es el caso del guanaco”, explicó.
“En 2018 se hizo una extracción experimental y fue un intento de utilizar al guanaco para producir fibra de animal muerto o de animal vivo y exportar carne. No dio resultado porque la información es incompleta y no cierran los números. Si uno decide utilizar un animal de la fauna silvestre tiene que tener claro por cada kilo de carne exportada cuántos animales tuvo que matar. Si en la inspección sanitaria se encuentra una gran cantidad de animales con sarcosporidia, esa res entera va a destrucción, por lo tanto, si de diez individuos sacrificados, cinco quedaron en un pozo para ser incinerados, cada kilo de carne que se saca equivale al doble de animales removidos de la población. Si se busca hacer un uso racional del guanaco, hay que saber exactamente cuánto se saca y de qué sexo, porque no es lo mismo remover machos, hembras o crías. La consecuencia para el futuro de la población es distinta, y sin esos datos el uso del animal es a ciegas”, reiteró. “Obviamente en un escenario de abundancia de guanacos como tiene Santa Cruz, parece no importar mucho eso, pero el Estado no tiene capacidad de fiscalizar adecuadamente la extracción de un recurso natural y el día de mañana puede salir mal”, sostuvo.
Asimismo, planteó la dificultad para delimitar dónde pueden o no estar estos animales. “A diferencia del ganado, donde el estanciero delimita potreros y va moviendo el ganado de acuerdo a las decisiones de manejo, el guanaco se mueve por donde quiere. Si el productor remueve ganado de un potrero y lo deja descansar, el guanaco tarda muy poco en enterarse de eso y va a comer el forraje de reserva. Eso pasa a ser un problema para la programación de los movimientos de hacienda. En términos generales hoy en día el guanaco no es un problema para la producción animal en Tierra del Fuego, porque quedó en tercer lugar respecto del perro asilvestrado. Hoy la principal preocupación para la producción de ganado por lejos es el perro asilvestrado”, aclaró.
Científicos inconsultos
Pese a que la provincia cuenta con una red de científicos especializados, las consultas desde los organismos del Estado sobre cómo proceder son escasas o nulas. “Nosotros desde el CADIC y la Universidad de Tierra del Fuego estamos siempre a disposición de las autoridades de aplicación provinciales y municipales para colaborar en todo lo que se nos solicite y lamentablemente en los últimos años no estamos siendo consultados. La interacción es muy escasa y en el caso del guanaco prácticamente no hemos tenido injerencia alguna. En el caso del castor, la provincia recibió de nación un fondo muy importante para realizar una experiencia de erradicación en siete áreas piloto. Yo tuve el honor de participar en ese proyecto y ejecutarlo en las primeras etapas del 2016 y 2017. Posteriormente estos fondos se retiraron y la provincia tenía que asumir la responsabilidad de mantener las áreas libres de castores, pero eso no pasó en el gobierno anterior y en el gobierno actual no se han tomado acciones. Tengo entendido que hay intención de conseguir fondos a través de la ley de conservación de bosques nativos, pero no somos consultados y no se nos pregunta, así que no podemos hacer mucho porque esto es decisión de la autoridad provincial, no del CONICET”, manifestó.
Perros protectores
Una buena experiencia que se está teniendo para preservar el ganado ovino es la incorporación de perros protectores de ganado, pero se busca homogeneizar el uso de parte de los estancieros, sin éxito hasta el momento: “Tenemos funcionando un proyecto a través de un fondo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Nación, que gestionó la provincia a través del área de Ganadería, para mejorar el uso de los perros protectores de ganado, que se utilizan en las estancias para continuar con la producción ovina. Son perros que se crían con ovejas y las defienden de los ataques de perros asilvestrados. Se han producido perros en Tierra del Fuego que se liberan al campo y se mueven a otras estancias vecinas que tienen ovejas y no usan perros protectores de ganado, por lo tanto tienen protección gratuita y el predio que los suelta no encuentra beneficios porque se van a otro campo. Para un perro protector, una oveja es una oveja, no importa si está de un lado o de otro del alambrado. Al perro se le provee de alimento estratégicamente ubicado para que siempre esté cerca de las ovejas. Si el perro anda solo por el campo y no tiene qué comer, va a empezar a buscar alimento por su cuenta”, expuso.
Dentro de las razas de estos perros mencionó que “la principal es el pastor maremma, y hay otra que se llama pastor de los pirineos, que son más frecuentes en Tierra del Fuego; también hay mestizos de estas dos razas. Se están criando con éxito pero el problema es que hay establecimientos que están criando ovejas que no manejan estos perros protectores como deberían y reciben protección gratuita sin invertir en sostener a estos perros. Se da la paradoja de que están llegando a Misiones perros criados acá, y no están siendo adquiridos por las estancias que crían ovejas. Hay establecimientos que reciben a estos perros protectores pero no los cuidan y es lo que queremos modificar con este proyecto”, dijo.
Otra opción para mitigar el daño de los perros asilvestrados fue recurrir a los burros, que no sólo se defienden de esta plaga sino que los ahuyentan. “Viamonte está haciendo una prueba y es otra alternativa. El burro se defiende y ahuyenta a los perros asilvestrados, y esto se hace ante la desesperación de los productores por buscar soluciones. Esto se hace en otros lados, y así apareció el perro protector como una solución. Los perros protectores funcionan, protegen espacios muy amplios, y capaz que los burros funcionan mejor y es algo que hay que probar”, opinó.
Control del castor
Por otro lado se lo consultó sobre el control de una plaga que no se logra erradicar, como es la presencia de castores. “En la década del ’80 la estrategia era estimular la cacería comercial y no funcionó por varios motivos. Acá no hay una cultura de cazadores y por diversos motivos en 2008 se probó erradicarlo y se firmó un acuerdo binacional con Chile, para erradicarlo en pequeña escala, y ver si el ambiente se recuperaba una vez removido el castor. Se desarrolló una experiencia piloto entre 2016 y 2018, financiada por el Fondo Mundial de Medio Ambiente. Una vez que se retiraron estos fondos, el Estado tenía que hacerse cargo y sostener las áreas libres de castores, pero eso no pasó. Las áreas liberadas de castores fueron recolonizadas y perdimos aprendizaje, porque había 10 cazadores entrenados para esa tarea. En los últimos dos años hubo un intento de remontar este proceso, pero el daño hecho ya era demasiado grande. Hoy no sabemos cuál es la idea que tiene el Estado provincial para con el castor”, sostuvo.
“El castor prácticamente está en todas las cuencas de la isla grande de Tierra del Fuego y lo primero que hace es derribar todo el bosque que rodea los cursos de agua, para fabricar los nichos donde está el embalse y coloca su madriguera. Por un lado hay una afectación de la vegetación de ribera y por otro lado detiene el flujo de nutrientes a las aguas continentales, que llevan continuamente materia orgánica al mar, que es el alimento para los sistemas biológicos del medio marino”, explicó del daño que provocan.
Península Mitre
Finalmente se refirió al área protegida Península Mitre y el aporte que realizaron los científicos para llegar a la ley. “Siempre bregamos por la protección de este ambiente, porque aloja una cantidad impresionante de turberas que representan un sumidero muy importante de carbono. Tiene un papel muy importante en la conservación de carbono, que no está liberado al ambiente. Hay un patrimonio natural de flora y fauna y además está el patrimonio cultural e histórico, que tiene que ver con los pueblos originarios que habitaron el lugar y la presencia europea posterior. Todo el tráfico marítimo pasaba por acá y hay mucha evidencia de la presencia europea en el lugar. Todo ese patrimonio cultural es muy rico, asociado a los naufragios. Lo que uno percibe en este momento es que el uso de Península Mitre va a ser muy limitado por su accesibilidad y por los costos que implica montar una logística para asegurar la visita de la gente a ese lugar. No estamos hablando de un turismo masivo porque hoy en día no hay infraestructura para hacerlo”, señaló.
“Los trabajos del CADIC han contribuido a fundamentar la protección del área, y no hay que olvidar que Península Mitre incluye las aguas alrededor de la Isla de los Estados, que no estaban protegidas por la cláusula constitucional del ’91. Esas aguas representan un lugar esencial de alimentación para los pingüinos y lobos marinos”, concluyó.